Día tras día yo modelo mi barro,
mi vida. Le voy dando matices, formas y texturas nuevas. Le quito capas que no
sirven.
Tengo buenos maestros que me dicen
cómo se hace y sobre todo me enseñan a poner el corazón, es decir lo mejor de
mí misma, en lo que hago.
Aunque practico y le pongo ganas,
no siempre el asunto me sale bien. Me consuela saber que eso es propio de los
humanos, muchos fracasos y pifias al lado de alguna obra bien conseguida.
Estamos muy atados a la tierra y nos cuesta remontar el vuelo, imaginar, crear,
soñar. Así somos.
Cada capa que quito de mí misma,
de todos mis egoísmos, me abre una puerta de luz y de buena energía.
No hay pasos en balde, ni posible
marcha atrás, porque ya he nacido, eso es un hecho. Ya he amado y he sufrido, y
ya empiezo a ver luz en mi oscuridad cotidiana. He soltado las riendas con las
que pretendía dirigir mi vida y he dado el salto a la confianza.
No
hay vuelta atrás,
ya
me has creado
y
me he empapado
de
las sombras
que
rodean a la luz,
y
he bebido el sufrimiento
que
me asegura la vida,
y
he amado
y
me han amado.
No
hay vuelta atrás
ya
he soltado las riendas,
me
he liberado
y
he confiado en tu abrazo,
ya
no puedo volver a mi prisión
de
aspecto humano,
he
atravesado las barreras,
he
dado el gran paso,
ya
no me sirve lo viejo,
ni
lo antiguo,
ahora
por fin soy libre
y
me dirijo hacia universos
escondidos.
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