“Quidquid
recipitur, ad modum recipientis recipitur” (Santo Tomás de Aquino). Todo lo que se
recibe, se recibe con la forma del recipiente. O lo que es lo mismo, cada cual
entenderá según sus capacidades.
Nosotros tenemos que cuidar y ensanchar nuestro
propio recipiente para pillar más trozo del pastel, es decir, comprender mejor
el mensaje de la vida y del amor, que llega a todos.
No es lo mismo tener la antena desconectada que
tenerla completamente desplegada y en actividad para captar las vibraciones y las
ondas de buena energía que nos constituyen. La película de la vida está en
marcha, puedo disfrutarla o perdérmela.
Aquellos que tienen vena artística y creativa
tienen mucho que decirnos en esto porque ellos ven detalles y matices que
nosotros ni imaginamos.
Nuestra tarea es cuidar nuestro recipiente
interior, limpiarlo de trastos inservibles heredados, prejuicios y
desconfianzas. Dejarlo preparado para los tesoros que cada día nos esperan,
para las sonrisas y los mensajes de esperanza.
El nuestro es un recipiente sagrado que nos
tiene que aprovechar para captar las ondas divinas que incesantemente nos
mueven y nos sorprenden con su ternura infinita.
Lo bueno es que cada época de nuestra vida es
diferente porque nuestro recipiente va cambiando, vamos madurando y abriéndonos
a la gratitud y el gozo de lo sencillo.
Nuestros sentidos son las puertas del
recipiente, si los tenemos alerta y concentrados y prestamos atención solo a lo
que nos construye, veremos cómo suceden los milagros, porque sentiremos la brisa
como una caricia, saborearemos momentos mágicos y la belleza será nuestra compañera de camino.
Es un programa que merece la pena.
…Ad modum
recipientis…
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