Desde cada amanecer y a lo largo del día, solo una faena me espera: ser persona humana agradecida dentro del plan diseñado para mí. Esa es la tarea principal de mi jornada.
Ignoro el porqué de cada acontecimiento y el para qué de cada acción, nunca sé lo que sucederá en el momento siguiente, me muevo entre incertidumbres y dudas.
Esa es mi naturaleza, la que comparto con todos los demás seres. Sin embargo, un huracán silencioso viene hasta mí y me susurra al oído: aunque tú no lo comprendas, todo está bien, confía. Esa voz, realmente, me llega a través de personas, lecturas, paisajes, testimonios y de mi propio anhelo, que me impulsa en mi búsqueda personal.
Lo defino como “huracán” porque es una fuerza grande, que atraviesa la historia para hablar, sin palabras, a cada corazón humano, peregrino, sensible, inseguro, soñador.
Ahí estoy yo, un corazón más, con una misión, siempre con ganas de saber más, y con mis depósitos repletos de esperanza para el camino.
No llego a entender la vida, pero no ando sola por el universo, ni estoy abandonada a mi suerte, por eso llega en mi auxilio la confianza necesaria, que me quita temores y me guía en cada paso, en cada decisión. Y puedo elegir mi manera de vivir en cada momento: la queja, o el agradecimiento que pone luz en mis pisadas.
Al igual que todas las personas humanas tengo una responsabilidad sobre el planeta y en mi espacio más cercano: mantener limpio mi camino, manos siempre abiertas, mi corazón atento para acoger a cada hermana y hermano, y buscar siempre motivos para agradecer.
Ser persona humana agradecida y plena es la faena que me espera cada día.
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