La Ruah, que en hebreo
significa el Espíritu, es el aliento de todo lo que vive, de todo lo que
conocemos.
Si ella sopla, yo nazco.
Y cuando me impulsa, me pongo en camino. No antes.
Ella me conduce siempre
hacia la paz. Y es incansable. Por muchas negativas que le dé, no se detiene ni
se echa atrás. Me da fuerzas en momentos de debilidad.
He escuchado que ella es
“el suelo de todo lo que vive”. Las
palabras nunca llegan a expresar lo divino, pero qué imagen tan acertada: el
suelo. Por donde caminamos y nos apoyamos, donde sembramos y también soñamos.
Ella siempre está en mí,
pero cuando yo la llamo, la invoco, su presencia se me hace más consciente y se
establece una relación especial entre ella y yo.
Cuando digo “Espíritu,
ven” estoy poniéndome en sus manos y entregándole mi vida para que la ilumine.
Si uno mi voluntad a la suya, mi energía se multiplica, suceden los milagros
cotidianos que son como destellos luminosos que me guían por el camino de la
sabiduría y me hacen experimentar el asombro de estar viva.
Tengo que confiar
siempre en los movimientos de la Espíritu, en su acción bondadosa y su pasión
amorosa por mí. Estoy dentro de ella, infinitamente amada.
Por eso, no me quiero
dejar engañar por todas las situaciones conflictivas que llegan hasta mí, por
la marea de problemas que quiere hacerme creer que todo anda mal.
El otro día hablaba con una amiga que compartía
conmigo sus problemas familiares. “En cada casa hay algo”, esa es la frase
típica. No puedo negar lo que es una evidencia, porque existen las situaciones
conflictivas entre padres, hijos, nueras, yernos, suegras, cuñados, etc.
También están las enfermedades traicioneras, que nunca esperas, y
desestabilizan la vida de la familia.
Pero hay que colocar las
cosas en su justo sitio. Tengo un mandato en mis entrañas que me dice que sea
feliz, que busque la armonía personal siempre.
No puedo esperar a que
los problemas se solucionen para disfrutar de la vida, porque de esta manera se
habrá pasado mi tiempo en este planeta. Siempre hay algo que me quiere quitar
la calma.
De dónde saco fuerza
para no cargarme de ansiedades, de mi Ruah, el Aliento divino que está para mí
y me enseña a caminar con la meta de la alegría. Por eso, en medio de las
dificultades de la vida, yo elijo ser feliz.
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