Evangelii Gaudium, nº
87: “Tenemos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos,
de mezclarnos, de encontrarnos, de participar de esa marea algo caótica que
puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana
solidaria, en una santa peregrinación. Salir de sí mismo para unirse a otros
hace bien.”
Tenemos el encargo de
sentirnos familia y apoyarnos unos a otros. No vale decir que no es eso
precisamente lo que vemos en el mundo, que para la mayoría no ha llegado este
encargo de ayuda y solidaridad. Eso no es excusa para que nosotros no nos
pongamos en camino. Cada uno tiene su momento, su proceso, y siente la llamada
a su tiempo.
Busquemos esa fuerza,
ese impulso que siempre está llegando a nuestras orillas, esas ganas, esa sed.
Se nos han puesto ahí para algo. Es un regalo sentir esa inquietud continua que
nos pone en búsqueda, en alerta para estar atentos y agrandar la conciencia
sobre todo lo que nos sucede. Para que no seamos autómatas robotizados sino
seres libres.
Nuestra propia
realización pasa por cómo estamos con los que nos rodean, nuestra actitud de
servicio y entrega: estar entrelazados con los demás, con sus alegrías y
fracasos, formar esa “caravana solidaria” de la que habla el Papa.
Nunca vamos en solitario
por la vida. Seamos más o menos sociables o huraños, no somos seres aislados.
Las relaciones que hemos tenido desde el nacimiento dan forma a nuestra manera
de ser y de actuar.
Todos tenemos sitio en
la mesa divina, todos cabemos con los defectos y manías que tenemos, con los
diferentes yos que desempeñamos.
Dice Pablo: “mientras
iba de camino, me envolvió una fuerte luz del cielo y caí al suelo” (Hechos 22,
9). Es otra manera de decir lo que nos pasa a nosotros a lo largo de la vida,
“mientras iba de camino”. A nosotros que estamos en oscuridad, nos envuelve una
luz, la de la conciencia. “Caemos al suelo” quiere decir que nos bajamos de
nuestro endiosamiento y entramos en la humildad.
Mientras vamos de camino
sucede nuestra historia sagrada particular. No seamos jueces rigurosos con
nuestros hermanos, ayudemos a los demás en su andadura, que es diferente de la
nuestra pero conduce al mismo puerto.
Practiquemos
fraternidad.
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