“Si
el Señor no construye el templo, de nada sirve que trabajen los constructores;
si el Señor no protege la ciudad de nada sirve que trabajen los centinelas”. Salmo 126
De nada valen los
proyectos y esfuerzos de los hombres, si el Señor no los hace prosperar. Dicho
de otro modo, tenemos que estar alineados siempre con la armonía del universo
que todo lo pone en orden, estar a la mira de una voluntad superior. Contar con
esa voluntad para todo.
Muchas veces no somos
conscientes de que la obra que llevamos a cabo tiene que contar con la
bendición de la vida. Tanto si estamos educando unos hijos, realizando un
trabajo, acabando o iniciando una relación, es esa misma vida la que nos ha
enviado esos deberes, ese encargo a cumplir, y nos da la ayuda necesaria para
llevarlo a cabo.
Por eso, si yo
construyo, la fuerza que me impulsa está detrás, dentro, a los lados, debajo.
Es difícil explicarse en este terreno desconocido, en el que solo disponemos de
un entendimiento de lo más mediocre, porque no podemos entender lo divino.
Y aunque no comprendamos el cómo, ni el
porqué, sabemos por la fe que se nos ha regalado que está y actúa a nuestro
favor siempre. Por eso lo principal son los gestos de adhesión y confianza.
Aceptar lo que nos va
sucediendo, nos hace crecer, porque solo se crece aterrizando en la realidad de
nuestro día a día, sin dar la espalda a lo que va viniendo.
El plan de mi vida me
viene dado de lo alto, de “la otra orilla”, de la que no somos capaces de ver,
pero sí de adivinar, intuir, saborear.
Hay un Constructor
detrás de lo que yo construyo, un Dador en lo que yo doy, un Amador que ama a
través de mí, un Escritor tras lo que yo escribo. Y así podríamos ir nombrando
hasta el infinito todas las cosas que hacemos. En todo está él/ella/ello. No de
forma mecánica y fría sino amorosa y tierna. Como Padre o Madre.
Eso es lo que
experimenta mi asombrado corazón. Y lo que intento decir a todo el que quiera
escuchar.
Cuando practicamos la
confianza podemos ver realmente que toda “la ayuda nos viene de él”, como dice
el salmista. Y siempre, siempre viene esa ayuda. Pero solo la vemos cuando nos
ponemos en disposición de ver, y planteamos nuestra vida en positivo, en clave
de agradecimiento.
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