domingo, 10 de mayo de 2015

Aires nuevos



Demostrar racionalmente la existencia de Dios no sirve para nada si no se le ama. Nos sobran definiciones, nos falta sentir y respirar aires nuevos, de los que nos mueven a caminar confiadamente.
La revolución espiritual de nuestros días y de todos los tiempos pasa por una conversión íntima que es un encuentro personal y que sabe a regalo.
Vayamos a los pocos hombres y mujeres sabios y santos que han existido y que son nuestros guías, bebamos de sus enseñanzas. Nos creemos que lo hemos inventado todo hoy, pero la profundidad y la sabiduría de unos pocos seres humanos se transmite a lo largo de los siglos. “Dios suele obrar siempre desde unos pocos para los muchos” dice González Faus.
San Benito en el siglo VI le dice a sus monjes que hay que vivir en el cuerpo la espiritualidad.
El cuerpo es nuestra base de lanzamiento, no podemos dejarlo olvidado o menospreciado. Es lo que somos y lo que tenemos. Sentimos en él y a través de él. Todo nos entra por los sentidos. Es bonito sentir palpitar la vida en el cuerpo. Es un privilegio.
Valorar también la vida expresada en la naturaleza, porque nosotros somos esa misma naturaleza. Dice Jakob Böhme, en el siglo XVI: “No hallarás ningún libro que te enseñe a conocer a fondo la sabiduría divina mejor que un paseo por un verde prado: allí olerás y gustarás la maravillosa energía de Dios.”
Estamos inmersos en una energía que se renueva, nosotros también nos renovamos, a cada instante se destruyen un número inmenso de células y nacen otras, no sé si somos conscientes de ello. Pensamos que todo está hecho, pero nos equivocamos porque todo es nuevo cada día.
Nos queremos agarrar a lo que siempre hemos hecho, a mí me pasa, y nos cuesta aceptar la novedad, lo diferente, lo inédito.
También nos cuesta detenernos en los pequeños detalles, en los gestos sencillos, en lo cotidiano, para poner ahí nuestra mirada asombrada, y nuestra gratitud como el mejor de los adornos.
Y no pretender imponer nuestro criterio: esto tenía que ser así, esta persona tenía que actuar de esta manera. Dejar que las cosas sucedan, hacer las paces con todos los que no actúan como nosotros quisiéramos y seguir caminando poniendo la máxima atención en la calma personal y la armonía en las relaciones.

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