Estoy en una matriz, una
madre, que me ha engendrado en sí, junto a toda la naturaleza de la que formo
parte, con la existencia recibo un beso de amor. Soy frágil y a la vez
enormemente poderosa. Mi composición es la misma de las estrellas más lejanas y
soy miembro del coro de voces de la creación. Tan solo con existir participo de
todas las bendiciones que han llegado a mí a través del aire. Si además, amo,
entonces soy creadora de mi universo.
Lo más difícil de mi
tarea es la faena de limpieza. Tengo que limpiar cada día mis espacios, para
que pueda ver la llegada del sol que me ilumina.
Esa tarea a veces es
costosa y dura, pero el resultado merece la pena porque nos cambia la vida. Es
un proceso de desprenderse de cosas innecesarias y suciedad que se nos ha
adherido a la manera de ser, para así poder ver las cosas de otra manera: como
el que sube a un escalón superior y lo ve todo con una perspectiva nueva.
Pensemos en la limpieza
de la casa, no nos sentimos igual en un espacio sucio y desastrado que en uno
limpio.
Desde pequeños nos hemos
contaminado de cosas que no nos sirven, como por ejemplo, meterse en la vida de
los demás. Si miramos alrededor veremos que esa es la actividad preferida por
la mayoría: descalificar las acciones de los otros, sencillamente porque
nosotros no lo hubiéramos hecho así.
Es bastante complicado
dar marcha atrás a esos juicios de valor y a esa condena permanente, porque esa
sucia costumbre se nos ha pegado a los huesos y ya lo vemos como algo natural.
Solo en nosotros mismos
podemos influir y cambiar cosas. Opinar de nosotros, de nadie más. Imposible
parece esto. Porque nuestra vida social se basa sobre todo en “decir” del que
no está, y no precisamente cosas buenas.
En la matriz a la que
pertenecemos, todos tenemos la misma dignidad, por eso hemos nacido, porque
hemos sido visto buenos para la vida.
En nuestra faena de
limpiar rincones, veremos enseguida el resultado, nos sentiremos más a gusto,
con más luz y claridad. Y tendremos una mayor consciencia para ver la suciedad
que nos llega día tras día. El primer paso para eliminarla es verla: es un
trabajo de concienciación el que tenemos por delante.
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