Nunca podremos hablar
del Ser Infinito, aunque le pongamos un nombre, jamás podremos comprenderle.
Solo tenemos un modo de
acceder a él, es nuestro anhelo emocionado. Porque no tiene género ni masculino
ni femenino, ni cuerpo ni forma, aunque se manifieste en todas las formas y
todos los géneros.
Lo más aproximado que
podemos decir es que somos su rostro y que nos presta su fuerza para vivir.
Por eso podemos
encontrarle en la piel de todo cuanto existe, todo es su manifestación. Todo
rebosa su presencia, su amor todo lo envuelve.
Eso es lo máximo a lo
que podemos aspirar, saborearle en las personas, en todas las manifestaciones
de la naturaleza, en la profundidad inagotable de nuestros corazones.
La vida nos prepara y
nos lleva hacia ese encuentro, a medida que vamos siendo más conscientes, vamos
teniendo pequeños avances, que son chispas de luz, momentos de magia, en los
que nos sentimos especialmente bien y en armonía con lo que va sucediendo.
“Todos
los nombres le esconden”, dice
una poesía mía. “Si le digo padre, ya no
es madre, si le digo día ya no es noche, si le llamo alegre, que sola está la
tristeza, si le llamo sol, queda sin Dios la tiniebla. Si le nombro le limito y
le encarcelo, mejor ni decir su nombre, nunca podré comprenderlo. Solo puedo
respirar y caminar con agradecimiento”.
Una de las formas de
agradecer que tenemos es hacer silencio sintiéndonos en su presencia, intentar
dejar a un lado las palabras que siempre son engañosas, y callar sabiendo que
nuestra vida es suya, que somos siempre animados e impulsados a caminar, que
somos su preciosa obra y que nos ama.
Teniendo esto claro, es
más fácil vivir. Los problemas que se nos presentan son los mismos pero
contamos con la convicción de que somos arropados y protegidos por la Vida. Y
eso marca la diferencia. No nos hundimos en la desesperación extrema porque nos
sabemos infinitamente amados. Como he leído recientemente: “somos los amados
que aman”.
Nos hacen falta quilos
de alegría, de entusiasmo y ganas, de buen humor. Tenemos que conseguir que
nuestros encuentros acaben en fiesta, abrazos, manos unidas, gestos de
confianza. Todo depende de nosotros.
En cualquier reunión, si
acabamos compartiendo algo de comida y bebidas, nos relajamos y creamos lazos
de afecto. También si ponemos música alegre y danzamos, unidas las manos.
No podemos nombrar al
Ser Infinito, pero sí podemos identificar la alegría de sabernos juntos, en
camino, apoyados unos en otros. Es suficiente.
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