En internet está el
siguiente texto: “A eso de caer y volver
a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que
torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo. A eso, no le llames
adversidad, llámale sabiduría.”
Muy importante este
cambio de visión o de lenguaje. Las palabras nos configuran. Es muy diferente ante una enfermedad, pensar
que es una desgracia o incluso un castigo, o por el contrario ver que es una
ocasión de aprender y de profundizar en nosotros mismos a través del
sufrimiento.
En nuestra sociedad
tenemos la idea equivocada de que todo lo que no es éxito es pésimo: cualquier
fracaso, crisis, equivocación, malestar, tropiezo. Cualquier enfermedad, y por
supuesto la muerte, que es la mayor catástrofe.
Tenemos un largo
recorrido ante nosotros para aprender, o mejor para desaprender lo que no nos
conviene y no nos construye en positivo.
Hemos adquirido una
manera determinada de estar sobre la tierra, con una inmensidad de etiquetas y
prejuicios que no nos dejan saborear la alegría de estar aquí: simplemente la
maravilla de existir.
Las equivocaciones nos
sirven, los errores nos construyen, los fracasos son oportunidades, la
debilidad es nuestra esencia.
Por nosotros mismos no
podemos alardear de nada, pero tenemos una fuente común, que nos inunda con sus
aguas limpias, sin ningún mérito nuestro, solo porque sí nos saca del barro y
nos conduce a la belleza y la luz. Esa fuente es la que nos anima a vivir
siempre de la mejor manera, lo más hondamente posible. Y nos hace cooperadores,
cocreadores, de la creación en la que estamos inmersos.
La acción de esas aguas
es gratuita y generosa, rompedora y eficaz siempre.
Nosotros no sabemos lo
que nos conviene porque nunca sabemos qué sucederá luego. La fuente de la que
brotamos lo sabe todo y nos va dando justo lo que más nos conviene en cada
momento.
Sus aguas pasan a través
de mí y me hacen decir estas palabras de las que yo no llego a ver el origen ni
el alcance, de dónde vienen ni adónde llegarán.
La principal faena que tenemos
en nosotros mismos es la de serenarnos y abrazar con ternura nuestra vida tal
como se presenta, es nuestro gran regalo, es un espacio siempre abierto al
infinito y al amor.
Todo lo que nos sucede
nos sirve para construirnos: eso es la sabiduría.
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