Determinadas situaciones
sacan de nosotros lo mejor. Por ejemplo, un bebé, nos saca toda la ternura y el
afecto, también una caricia o un abrazo. Y también la naturaleza: los colores y
la belleza de los paisajes: el mar, las montañas, el cielo estrellado. Por eso
conviene que miremos qué es lo que nos sienta bien y lo pongamos a nuestro
alcance.
Sabemos lo que nos
sienta mejor en la comida, igual o más importante es ver qué cosas de las que
están a nuestro alrededor nos hacen más humanos.
Seguro que serán cosas
sencillas, cotidianas. La vida se realiza en la cercanía y sencillez de lo
pequeño.
Una cosa que nos
satisface llama a más de lo mismo. Amar lleva a amar más. Disfrutar lleva a
querer disfrutar más.
Por eso, si buscamos y
repetimos buenos momentos, nos lleva a construirnos en la alegría de vivir, es
decir, en positivo.
También sucede lo
contrario, que encontramos gusto en lamentarnos, en protestar y demostrar
nuestro enfado ante los demás. La queja también supone disfrutar. En primer
lugar porque hay un ambiente de queja generalizado y nos sentimos acompañados
por toda la sociedad en nuestros lamentos. Está bien visto quejarse. En cambio,
es de locos o de tontos agradecer. El que es agradecido es mirado como un raro.
El papa Francisco nos
recuerda en esta cuaresma cuál es el mejor ayuno: “Ayuna de descontentos y llénate de gratitud. Ayuna de enojos y llénate
de mansedumbre y paciencia. Ayuna de quejarte y llénate de las cosas sencillas
de la vida.”
Ahora y siempre está en
marcha la construcción de nuestro edificio interior, sin puertas ni barreras
limitadoras, en el que cabe y se respeta todo, en el que habita nuestro
huésped: el Amor, o lo que es lo mismo, Dios-En-Nosotros.
Por eso, busquemos lo
que nos sienta bien a la edificación de nuestra persona.
La clave es la ternura:
ser tiernos y cariñosos con nosotros y con los demás es lo más sanador que hay.
Y qué pasa con los problemas. Estos siguen estando ahí. La solución nunca será
el rechazo o la amargura sino la aceptación y la alegría.
Todos buscamos ser
amados. Si somos conscientes de esto, en nuestra mano está dejar un buen
ambiente allá donde estemos.
Se trata de respetar a
los demás, no por lo que hacen o lo que tienen, sino porque han nacido, igual
que nosotros. Y son amados, igual que nosotros.
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