“A la orilla solo vemos agua. Si nos metemos con la
escafandra del Espíritu Santo, qué maravilla: es el océano de la Palabra de
Dios”. (Ignacio Larrañaga).
El fondo de ese
océano amoroso comienza a tener sentido para nosotros cuando somos tocados por
el Espíritu. Donde no había nada, aparecen detalles de amor, avisos de cercanía
y gestos de compasión.
En esos momentos todo
me habla de Algo, de Alguien, al mismo tiempo que de Mí Misma. Las palabras
cobran nueva vida, las frases se unen para enviarme los mensajes que mi corazón
necesita, en las profundidades del océano en que me muevo descubro nuevos
matices, una nueva luz.
También en ese
momento se acaban las casualidades y vemos que todo procede de una mano que nos
ayuda.
Este descubrimiento
que lleva a la conversión personal, siempre se vive en clave de alegría. Es un
gran acontecimiento, significa lo mismo que encontrar un tesoro, una perla: el
cielo soñado, aquí y ahora.
En el mismo océano
que están los tesoros estamos sumergidos nosotros; y las bendiciones, como
corrientes bienhechoras, nos llegan sin cesar hasta en las cosas más pequeñas,
pero no nos damos cuenta, nos pensamos que tiene que llegar algo más
trascendente. No somos conscientes de la maravilla del universo y de tanta belleza
que nos envuelve. Y se nos va la vida esperando algo más.
Se nos ha metido la
manía de que tenemos que hacer las cosas bien para conseguirlo a Él: tenemos
que rezar bien, hacer las letanías adecuadamente, cumplir con ciertas pautas o
deberes espirituales, participar de unos ritos, centrarnos en unas imágenes, tener
un comportamiento adecuado y tantas cosas más.
Pero lo que tenemos
que hacer es adentrarnos en nuestra propia realidad y aceptándola amorosamente,
caminar con la confianza en que ya lo tenemos todo: la fuerza, el impulso para
vivir con armonía y consciencia ya lo tenemos, y es un regalo que nos llega con
la misma existencia. No alejarnos de la verdad de nuestra vida, que incluye
tanto luces como sombras, seguridades e incertidumbres. Caminar desde lo que
tenemos y lo que somos. No anhelar nada más. Se es rico cuando no se desea nada
más que lo que se tiene.
Cuando quitamos
expectativas engañosas, nos quedamos con lo que tenemos, y ahí es donde ocurre
todo, en nuestra realidad tal como es. Comenzamos a poner una nueva mirada
sobre lo que nos sucede, una mirada que nos hace descubrir mensajes de amor,
palabras que nos transforman y silencios que nos alimentan.
Saborear-el-milagro-de-la-vida
y aceptarla-tal-como-es: es la manera de descubrir que ese fondo del océano en
el que existimos está lleno de sorpresas y de ternura.
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