El amor engancha. A
un sitio donde eres amablemente, cariñosamente tratado, quieres volver. Y huyes
de donde eres tratado violentamente.
Buscamos la compañía
de aquellos que hacen derroche de amor, nos sentimos tan bien con ellos. Se
puede decir que es nuestro hábitat natural, donde el corazón se relaja, y dan
ganas de establecer lazos de amistad y concordia, y quedarse para siempre.
Esto puede parecer
una perogrullada, porque es decir lo evidente, pero a veces lo que está tan
claro, puede estar dificultado por propagandas engañosas.
Porque la publicidad
nos empuja a la competitividad y la agresividad en las relaciones, en las que
no nos miramos como personas sino como competidores. Entonces el amor y la
mirada compasiva brillan por su ausencia.
Difícil de vivir en
nuestra sociedad desde la ternura de nuestro ser auténtico. Pero la fuerza del
amor nos atrae, esa es nuestra tabla de salvación. Cuando amamos, queremos amar
más y amar mejor. Por eso repetimos gestos y actitudes de acercamiento y de
unión.
El amor todo lo
ensambla porque es el pegamento universal, que hace que todo esté en su sitio,
bien colocado y armonizado. Y cuando no lo experimentamos así, nos sentimos
mal: estamos fuera de nuestro elemento natural.
Nos gusta sentirnos
bien tratados y solemos corresponder de la misma manera. Pero no somos
perfectos, tenemos muchas circunstancias y situaciones que no hemos elegido
nosotros y que nos afectan negativamente, nos alteran.
Con todo lo que nos
pasa, integrándolo todo, es como tenemos que vivir. Todo tiene un porqué, un
sentido, que nosotros ignoramos. Ningún aspecto de nuestra vida se debe
despreciar o infravalorar. Y así, llevándolo todo con nosotros, también las
tristezas y los fracasos, es como podemos avanzar, sin ignorar nada de lo que
nos sucede.
Se trata de mirar
consciente y amorosamente, a la cara, cualquier cosa que nos sucede. Tratarnos
a nosotros mismos con respeto y dulzura, sin culpabilizarnos ni menospreciar lo
que hacemos.
Por haber sido
creados, ya somos algo especial. Es importante que nos sintamos a gusto con
nosotros mismos porque si no es así no podremos ponernos al servicio de los
demás, nos quedaremos encerrados entre las paredes de nuestros problemas, y no
veremos más allá.
El amor nos engancha
con su fuerza de atracción y es el que nos hace salir de conflictos y
oscuridades. En él nos sentimos bien. Y nos convertimos en sus testigos y sus mensajeros.
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