miércoles, 1 de octubre de 2014

Su Vida



Nuestro Dios es infinitamente creativo, y nos ha hecho un planeta absolutamente precioso y perfecto, y no digamos la maravilla de nuestra pequeña galaxia en medio de unos cuantos miles de millones más.
Ese mismo Ser divino se asoma a nuestros corazones con paciencia enorme, con delicadeza, también con increíble terquedad, no deja de hacerlo, sea cual sea nuestra situación. Quiere que nos pongamos en marcha, que despertemos a lo esencial, que nos enteremos de que somos amados hasta el extremo y que resulta posible experimentar su presencia.  
Nos pide que confiemos en él, a tope. De tal manera que tengamos el convencimiento de que todo va a salir bien, porque todo está en sus manos. Difícil esto, en un mundo lleno de tensiones y de circunstancias desfavorables, pero su mensaje de confianza sigue en pie. También nos pide que nos tratemos con cariño y respeto unos a otros, que nos ayudemos siempre. Todo le pertenece y todo es su manifestación, tenemos que mirar la vida como su Vida.
Ese es el pequeño-gran matiz que marca la diferencia, darnos cuenta de que somos de la Vida y abandonarnos en ella.
Cuando sientes esa mirada divina en ti, conviertes tu día en oración porque solo tienes sentido cuando estás en relación con el Otro, que es Tú-Mismo-Ser.
Si todas las vidas son la Vida, nos tenemos que inclinar ante la más mínima manifestación de ella y hasta lo más insignificante se convierte en sagrado y trascendente. Todo tiene una finalidad más allá de nuestra limitada comprensión.
En el papel todo queda bien, pero eso mismo trasladado al día a día es lo que nos causa problemas y dolores de cabeza. Porque cómo encajo ahí a esa persona que me está haciendo daño, o a esa situación que no puedo controlar y me provoca ansiedad.
Evidentemente algo tenemos que cambiar dentro de nosotros, dejar atrás cosas inservibles y avanzar sobre terreno seguro, sólido, estable. Y sólo hay un terreno con esas características, es el divino.
Su Vida es lo único que nos da paz y nos hace buscar la armonía en todo lo que nos rodea, nos impulsa a perdonar y a pedir perdón y a no creernos superiores a nadie.
Siempre tenemos que estar cuestionándonos a nosotros mismos, para ver si estamos poniendo paz o cizaña, y construir nuestro camino conscientemente y con la firme decisión de amar y dejarnos amar.

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