“La obra salvadora de Jesús no está encaminada a cambiar
la actitud de Dios para con nosotros; como si antes de él, estuviésemos
condenados por Dios, y después estuviésemos salvados. La salvación de Jesús
consistió en manifestarnos el verdadero rostro de Dios y cómo podemos responder
a su don total”. (Fray Marcos).
Mucho tenemos que
aprender, nuestra formación ha de ser intensa, constante, avanzada. No podemos conformarnos
con lo de siempre, debemos cuestionarlo todo. Y cuando nos llegan textos como
este, beberlo a pequeños sorbos y disfrutarlo. Porque hemos escuchado
demasiadas veces lo del enfado de Dios, la condenación, la retribución por las
buenas obras y el castigo por las malas. Hemos heredado un Dios interesado y
caprichoso, al que hay que tener contento porque de lo contrario puede ser
terrible.
Ya es hora de vaciar la
palabra Dios de todos los significados que no son verdaderos. Precisamente es
el evangelio el que nos trae la buena noticia de que Dios es igual para todos:
amor infinito y regalo increíble.
Por lo tanto, debemos
cambiar nuestra religiosidad, la que se basa en impedir el castigo divino, y
transformarla en un canto de agradecimiento y alabanza, porque el mayor de los
dones ya lo tenemos para siempre: la vida. Porque nosotros no podemos estropear
ningún plan divino ni alcanzar más porción de cielo con nuestro esfuerzo, ya lo
tenemos todo en nuestra mano, aquí y ahora.
Una vez nos sabemos
amados, de modo natural nos brotará el amor y trataremos con el mismo respeto y
cuidado a todos los seres humanos, y buscaremos la mano amiga en todas las
circunstancias que nos acompañan por muy adversas que sean.
Colaboremos pues con
la obra salvadora que se realiza en nosotros cada día. Se trata
fundamentalmente de salvarnos de nuestra ceguera, abrir los ojos para poder
tomar conciencia de la realidad amorosa en la que estamos, nos movemos y
existimos.
Merece la pena esa
apertura, esta conversión, porque nos va a hacer entrar en la alegría que no
acaba, la que no depende de nada de lo que nos sucede, ni nos puede ser
arrebatada por los malos rollos ni por el mal humor tan de moda en nuestra
sociedad.
Para nuestra obra
salvadora, como ya he dicho hay que vaciar la palabra Dios de sus mezquinos
significados, y sencillamente vivir para, por, con el hermano, sin olvidarnos en
ningún momento de llenar el corazón de risas y de flores.
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