Los planes de Dios son los planes bailados en el gran
salón del universo al son de la melodía interpretada por todas las criaturas. (Vicente Martínez).
Todas las criaturas
del universo interpretamos una melodía, y asistimos a una danza, juntamente con
todo lo creado. En nuestra mano está ir mejorando los pasos del baile o
inventando nuevos pasos que nos hagan compartir la paz del corazón.
El ser humano danza
para llegar a ser profundamente humano, que también significa hermano, o sea,
realmente solidario con todo y con todos y convencido de la grandeza de la
vida.
Estamos siempre en
proceso y en perfeccionamiento. Cuesta situarse en esta transitoriedad que nos
movemos, Todo lo que amamos tenemos que dejarlo al partir, no hay pruebas
claras de nada, solo la fe nos guía en las tinieblas y hace que nuestro baile sea
confiado y alegre.
Con la fe vemos de
otra manera, ya empezamos a saber que no perdemos nada al morir sino que en
cada momento lo tenemos todo ganado porque estamos en las manos divinas, es
decir, existimos en el Ser, y eso no nos puede ser arrebatado, es lo único real.
Es bueno estar
enamorado de ese baile universal, danzar para sentir esa melodía que nos
recorre y nos constituye. Ser conscientes de ello es la única manera de
disfrutar verdaderamente y de emocionarnos con la vida.
Estamos metidos de
lleno en la trascendencia, nada es lo que parece. Lo que parece finito, es en
su misma esencia, infinito, lo que parece muerto, lleva en sí mismo vida
inacabable.
A nosotros no nos
corresponde entenderlo todo ni hacer demostraciones de sabiduría. Únicamente,
sencillamente, en nuestra pequeñísima parcela de espacio y de tiempo seamos
buena gente y ayudemos al que tenemos al lado. Ése es nuestro baile.
Podemos decir que es
una danza muy simple: la de nuestro universo interior. Ahí es donde tenemos que
poner nuestros planetas en armonía, para que no haya choques ni tensiones que
nos impidan acceder a lo más hondo, que también es lo más tierno, lo más
alegre, lo más sabio.
Dice un proverbio
africano que cuando no hay un enemigo interior, los enemigos exteriores no
pueden hacer daño. Por eso, arreglemos lo que no tenemos resuelto internamente
y cuidemos nuestra propia melodía, para que no esté desafinada y podamos llegar
a ser conscientes de que nuestra vida es una danza sagrada.
2 comentarios:
Tu artículo me llega profundamente.
Gracias.
Bailar, cantar, danzar... Me llega, hormiguita.
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