Se suceden los
milagros, las coincidencias, los encuentros afortunados, la resolución de
problemas sin nuestra intervención, la repentina inspiración, la bendición de
los afectos, el beso de los días. Las cosas que necesitamos, sin lugar a dudas
vienen a nosotros. Deslumbra pensar en la cantidad de prodigios que están ante
nuestros ojos. La Vida, que está en todo, resuelve los problemas, no le hacemos
falta para nada, no necesita de nuestro esfuerzo, ni de nuestros sacrificios,
ni de nuestras buenas o malas intenciones, ella siempre Es y siempre Actúa. Solo
quiere que seamos conscientes y saboreemos. Qué suerte cuando nos damos cuenta.
Hay toda una red de
casualidades que es perfecta. La vemos cuando nos sentamos a contemplar y ver
en nuestra mirilla personal: nuestra existencia.
Todo es sencillo y se
desarrolla ante nosotros. Si aceptamos lo que nos va sucediendo, nada más
tenemos que hacer. Aceptar y agradecer absolutamente todo, ése es el camino por
el que accedemos a la vía del asombro, que es la verdaderamente humana.
Le preguntaron a un
Maestro cómo saber si uno es consciente o inconsciente en esta vida. Él
contestó: “Es muy fácil: eres
inconsciente cuando no estás maravillándote de existir”.
No esperemos ver los
prodigios que he nombrado en las lejanas galaxias, sino en lo que nos pasa
todos los días, en los gestos de cercanía, en lo hondo de las miradas, en el
sucederse de los amaneceres y atardeceres y en todas las ayudas que recibimos
para vivir, en-cada-momento.
En todo momento somos
Vida. Energía poderosa y amorosa a un tiempo. Amparémonos y descansemos en
ella. Abandonemos todo lo nuestro en sus manos, que es donde realmente está
porque nuestros asuntos propiamente son sus asuntos, en propiedad no tenemos
nada, ni siquiera nuestro yo psicológico, ni nuestras relaciones sociales.
Lo real es el Ser en
el que estamos inmersos y al que sentimos en “lo más íntimo de nuestra
intimidad”. Es el que nos hace despertar a la consciencia, y nos da lucidez a
pequeños sorbos, que son los instantes privilegiados de sentirse vivo y
agradecido.
Cuando va llegando la
confianza a nuestra vida, van desapareciendo las tensiones y los miedos y nos
sentimos libres para saborear el regalo de tantos encuentros, de tantas
personas queridas, de tanto amor a nuestro alcance.
Es una maravilla que
todo se ensamble perfectamente bien, y es que tanto el don como el anhelo, el
agua como la sed, han sido puestos por la misma mano.
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