Dice
Enrique Martínez Lozano: “Soy un cauce a través del cual pasan cosas, yo no
he elegido estar donde estoy ni decir lo que digo. La consciencia sin límites
actúa a través de mí”.
Soy
un cauce, así lo experimento yo también, lo que me va haciendo falta en mi
aprendizaje humano me va llegando en el momento y lugar que lo necesito. Mi
vida no está programada ni planificada por mí. Por eso, puedo decir que asisto
a diario a un espectáculo maravilloso, el de ver cómo en mi persona se van
arreglando y solucionando cosas, independientemente de mi intervención.
Lo
mismo expresaba León Felipe cuando decía: “soy un embudo a través del cual
el Viento sopla, sin él yo jamás he escrito ni una palabra”.
Me
encanta la idea de ser cauce de cosas buenas, la ternura pasa a través de mí y
a su paso deja un poso de rocío mágico y saludable que se me mete por todas mis
estancias. Todo lo que puede sentar bien a mi querido mundo pasa primero por mi
pequeño espacio humano y deja su huella imborrable en mi interior.
En
cualquier acción generosa o solidaria que estemos metidos, los mayores
beneficiados somos nosotros mismos, porque nuestro suelo, entiéndase corazón,
no es de piedra sino permeable y blando como un lecho de un río por donde pasan
y dejan su huella las aguas de la vida inagotable y sabia.
Con
solo decir te quiero desde lo hondo, mi vida cambia por los efectos de esa
buena energía que sale de mi interior. Con solo dar gracias de corazón, yo soy
una persona nueva y más humana día a día.
Lo
que viene a demostrar que todo está tan relacionado que no hay fronteras entre
lo de dentro y lo de fuera. Somos campos de divina energía. En realidad no poseemos
en propiedad esa energía amiga sino que es ella la que se pasea por su casa,
que es el universo creado.
Conviene
que nos sintamos como cauces o caminos, que sirven para ser transitados,
usados, pisados y horadados, todo eso sucede en nosotros. No somos el centro
del mundo, no somos inamovibles.
Y
si somos transitables, como cauces, con todo lo que circula a través de
nosotros, vamos formándonos y transformándonos, porque todo deja poso y huella
en nuestro terreno interior.
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