Dice un texto
evangélico: “¿Cómo has entrado aquí sin
el traje de fiesta?
Como los invitados de
la boda de la parábola de Jesús, nosotros también hemos sido invitados a un
banquete, el de la vida. Desde que nacemos asistimos a él, y nuestro corazón se
engalana de fiesta cuando somos conscientes de ello, esto le llega a cada uno
en el momento adecuado, hasta que aprendemos a participar en esa fiesta con todos
nuestros sentidos y capacidades, a tiempo completo y a tope.
Dice el apóstol Pablo
que el traje de bodas es “un corazón
limpio, una buena conciencia y una fe sincera”.
Dicho de otra manera:
ser bueno, ser compasivo y justo, y por último confiar.
Está bien preguntarnos
a nosotros mismos si llevamos el traje de fiesta puesto, es decir si llevamos
lo mejor de nosotros mismos allá donde vamos, o si vamos de un lado a otro con
los harapos de las quejas y los descosidos del desamor, o con los rotos del
rencor.
Si pensamos que la
vida es bella y tiene sentido, si apostamos por la ternura y la compasión en
las relaciones humanas, si nuestra fe va superando los obstáculos que se le
cruzan en el camino, entonces no podemos ir por todas partes amargados o
quejumbrosos, porque con nuestra conducta tenemos que reflejar nuestra alegría
interior.
Hoy día, quizá
siempre, el traje de fiesta es necesario porque se ha generalizado hablar de
los problemas, del malestar, de la crisis, de lo que va mal. Y hace falta que
los que somos conscientes de estar en la casa del Padre y participar del
banquete de la Vida, contagiemos con nuestra alegría y nuestra visión optimista
y esperanzadora a los que tenemos alrededor. No podemos sumarnos a las quejas de
los que están descontentos con todo.
Tengo que decir que a
mí me suelen decir: “es que tú eres muy optimista”. Efectivamente, lo soy. Por
eso veo siempre la botella llena, no medio llena, por eso confío en las
posibilidades de todos mis proyectos, y sobre todo en las posibilidades de todo
ser humano. Y por fe, sé que todas las corrientes bienhechoras divinas están a
nuestro favor, cómo puedo dudar de que todo va a salir bien.
Sí, tengo mi traje de
fiesta puesto. Y me gusta provocar sonrisas y apagar tristezas, encender sueños
y allanar caminos, despertar gentes y gritar amor.
1 comentario:
Es una gran lección. Bendita tú por tu optimismo. La mente crea la realidad. Y una mente que piensa en positivo provoca buenas acciones. Este manantial beneficia a los más cercanos y lejanos. Dios te bendiga
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