miércoles, 10 de septiembre de 2014

Caemos y nos levantamos



Preguntaron a un monje anciano qué hacían en el monasterio, y él respondió con paz: “Oh, caemos y nos levantamos, caemos y nos levantamos, caemos y nos levantamos”. Era el humilde reconocimiento de su condición humana.
Más o menos lo mismo hacemos nosotros fuera del monasterio, también caemos y nos levantamos, y estamos en un continuo vaivén, en un ir y venir de alegrías y tristezas, logros y fracasos, caídas y oportunidades. Esos contrastes están en nuestra misma naturaleza. Somos así.
Contando con todos esos altibajos, se trata de ser todo lo que podemos ser. No quedarnos a medias en la realización personal para así acceder a la dicha que nos corresponde.
Los seres humanos debemos estar asentados en nuestra propia experiencia de vida. Esta nos llevará a una espiritualidad que significa una transformación interior continuada, que afecta a todo lo que sale de nosotros y convierte nuestra búsqueda en camino privilegiado, nuestra sensibilidad en un tesoro, nuestra actitud de servicio en un deber y nuestra acogida en el mismo Amor con mayúsculas que nos impulsa a ser compasivos.
Son profundamente espirituales las personas que saben darse. Las que se entregan sin horarios ni medidas. Las que dan sin esperar gratificaciones porque en el mismo acto de dar ya está la recompensa.
Del relato del principio, yo destacaría sin duda cuando dice: “él respondió con paz”. Porque ésa es la enseñanza que encierra esta historia, no que la vida tenga altibajos sino que los encaremos con calma, sin dejarnos desequilibrar hacia uno u otro extremo: el de la máxima desesperación o el de la máxima euforia.
Como ya he dicho, se trata de llegar a ser todo lo que podemos ser. Y para eso nos sirve todo lo que nos sucede, sea bueno o malo, agradable o desagradable.
Y si todo nos sirve, se llega de modo natural a una conclusión que puede sonar a herejía: no hay nada malo, nada erróneo, porque todo nos construye.
“El Tao no toma partido, da nacimiento tanto al bien como al mal, da la bienvenida tanto a santos como a pecadores.”
Borremos de nuestro lenguaje los juicios de valor, quitemos la dicotomía bien/mal, avancemos desnudos de certezas sobre el abismo del misterio sin límites, abracemos nuestra ignorancia y nuestra debilidad, besemos el suelo que se nos ha permitido pisar.
Y digamos sí a la vida tanto cuando caemos como cuando nos levantamos.

No hay comentarios:

Persona humana

  Desde cada amanecer y a lo largo del día, solo una faena me espera: ser persona humana agradecida dentro del plan diseñado para mí. Esa es...