Quien no vive ahora la vida eterna que se despida de
vivirla luego. (Ponticus).
Cuántas veces
esperamos que cambien las cosas, que la situación mejore, que nuestra posición
social sea diferente, que el puesto de trabajo sea definitivo, que los hijos se
hagan mayores, que me pase esta crisis y tantas cosas más. Y mientras nuestra
vida está en continua espera, el tren de la felicidad pasa, y no nos subimos a él.
Y si no solemos ver
el instante presente como eterno es que no lo hemos intentado, pero lo podemos
aprender, focalizando nuestra atención en ello. Todo requiere aprendizaje, la
vida espiritual y la vida eterna, también.
Aprendices de vida
eterna, me gusta la idea, suena muy bien. Qué bien que tengamos la intención de
buscar, investigar y perfeccionarnos, qué bien que cada mañana la vida empiece
de nuevo. El hoy eterno engloba todos nuestros hoy, también nuestras equivocaciones
y debilidades.
Para nuestra
formación en este tema, se trataría, como dice Geneviève Lanfranchi, de hacer
una “auscultación cualitativa profunda” que nos lleva a elegir tal acto o tal
actitud y no tal otra. Siempre tenemos que ver qué es lo que mejor nos sienta,
qué está más acorde con la limpieza interior que pretendemos, con el objetivo
de ser persona en profundidad, con la tarea de ayudar a nuestro planeta y a
todos los seres humanos que lo habitan.
Y así ir
transformándonos, modelándonos y haciéndonos a nosotros mismos. No nos sirve lo
que nos tiene prisioneros de rigideces heredadas, ni lo que endurece nuestro
corazón y nos hace ver adversarios en todas partes. Tenemos que construirnos un
corazón nuevo, con el objetivo prioritario de ser felices, y hacer felices a
los demás. Y olvidarnos del orgullo, el amor propio y el rencor. Fácil de
decir, pero muy difícil de conseguir en numerosas ocasiones.
Prepararemos bien el
terreno si tenemos el firme objetivo de disfrutar de esa vida eterna que ya
está presente, si no nos desanimamos en las recaídas, dejamos todo lo que nos
preocupa a un lado, y avanzamos libres y confiados.
Se puede cambiar. En
cuanto cambiamos nosotros, transformamos el mundo. Y los efectos de esos
cambios recorren la superficie de la tierra, son un bálsamo en medio del
sufrimiento humano.
Los aprendices de
eternidad estamos muy atentos al amor que nos envuelve y que es nuestra misma esencia.
Podemos decir que “hemos elegido la mejor parte”.
1 comentario:
Me gusta, hormiguita.
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