El agradecimiento tiene que ver con la
alegría, y ésta está relacionada con sentirse privilegiado por estar en este
planeta, por estar vivo y sentirse amado.
Tomamos las riendas de nuestra vida para
ponerla al servicio de lo que realmente importa, que es ser conscientes del
milagro de haber sido creados, de la aventura en la que hemos sido embarcados
sin que haya tomado parte nuestra voluntad. Dice Joan Chittister: “Nos ha llevado casi toda una vida amar a
una puesta de sol, valorar la compañía, renunciar a lo que siempre ha sido
excesivo y aprender a deleitarnos en lo que es suficiente, pero la espera ha
merecido la pena”.
“Se nos ha hecho nacer”, se nos dan una serie
de circunstancias que tampoco elegimos, se nos da un final de nuestros días.
Nosotros no sabemos nada.
Son muchos nuestros condicionamientos
genéticos. No controlamos los acontecimientos, es poca la participación que
tenemos en el rumbo que toma nuestra vida en cada esquina. No sé si mañana me
levantaré con dolor de cabeza, si se resolverán mis problemas, si me atacará la
enfermedad, si estaré muerto.
Sí hay un matiz decisivo: la aceptación.
Tomar con todo cariño lo que se me da, decir sí a mi vida. En un cuento de Tony
de Mello, el discípulo pregunta al maestro: “Cuál
es el secreto de tu serenidad”. Éste le responde: “Cooperar incondicionalmente con lo inevitable”. Así está
maravillosamente expresado lo que significa aceptar.
Nuestra participación es pequeña pero completamente
decisiva. Nuestra parte es el Sí quiero de
la celebración de nuestros días.
En la ceremonia de cada jornada, desde el
amanecer hasta el ocaso pasando por todo lo que va sucediendo, la vida necesita
mi adhesión y mi cariño confiado para no quedarme atrapada en el sinsentido y
en el absurdo.
El sí
quiero equivale a cooperar
incondicionalmente con esa voluntad infinita de amor que está sobre
nuestros pequeños quehaceres de cada día.
Tenemos que averiguar a qué sabe la vida, a
qué huele, cuál es su sonido auténtico, qué textura tiene, con qué ojos la
podemos ver mejor. Todos nuestros sentidos tienen que entrar, hasta la más
mínima parte de nuestra vitalidad tiene que estar ilusionada por participar en
esta aventura en la que se nos ha embarcado sin pedirnos permiso, y a la que,
desde nuestra libertad, le podemos dar un sí
quiero de enamorados.
Vaya por delante mi SÍ QUIERO a mi vida y a la Vida.
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