miércoles, 13 de agosto de 2014

Cooperar incondicionalmente



El agradecimiento tiene que ver con la alegría, y ésta está relacionada con sentirse privilegiado por estar en este planeta, por estar vivo y sentirse amado.
Tomamos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio de lo que realmente importa, que es ser conscientes del milagro de haber sido creados, de la aventura en la que hemos sido embarcados sin que haya tomado parte nuestra voluntad. Dice Joan Chittister: “Nos ha llevado casi toda una vida amar a una puesta de sol, valorar la compañía, renunciar a lo que siempre ha sido excesivo y aprender a deleitarnos en lo que es suficiente, pero la espera ha merecido la pena”.
“Se nos ha hecho nacer”, se nos dan una serie de circunstancias que tampoco elegimos, se nos da un final de nuestros días. Nosotros no sabemos nada.
Son muchos nuestros condicionamientos genéticos. No controlamos los acontecimientos, es poca la participación que tenemos en el rumbo que toma nuestra vida en cada esquina. No sé si mañana me levantaré con dolor de cabeza, si se resolverán mis problemas, si me atacará la enfermedad,  si estaré muerto.
Sí hay un matiz decisivo: la aceptación. Tomar con todo cariño lo que se me da, decir sí a mi vida. En un cuento de Tony de Mello, el discípulo pregunta al maestro: “Cuál es el secreto de tu serenidad”. Éste le responde: “Cooperar incondicionalmente con lo inevitable”. Así está maravillosamente expresado lo que significa aceptar.
Nuestra participación es pequeña pero completamente decisiva. Nuestra parte es el Sí quiero de la celebración de nuestros días.
En la ceremonia de cada jornada, desde el amanecer hasta el ocaso pasando por todo lo que va sucediendo, la vida necesita mi adhesión y mi cariño confiado para no quedarme atrapada en el sinsentido y en el absurdo.
El sí quiero equivale a cooperar incondicionalmente con esa voluntad infinita de amor que está sobre nuestros pequeños quehaceres de cada día.
Tenemos que averiguar a qué sabe la vida, a qué huele, cuál es su sonido auténtico, qué textura tiene, con qué ojos la podemos ver mejor. Todos nuestros sentidos tienen que entrar, hasta la más mínima parte de nuestra vitalidad tiene que estar ilusionada por participar en esta aventura en la que se nos ha embarcado sin pedirnos permiso, y a la que, desde nuestra libertad, le podemos dar un sí quiero de enamorados.
Vaya por delante mi SÍ QUIERO a mi vida y a la Vida.

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