domingo, 17 de agosto de 2014

Como un manto de hierba



Soy una esponja, que absorbe enseñanzas, palabras, gestos, rayos de sol, amaneceres y también oscuridades. Todo me sirve, porque tengo mi vista puesta en el infinito amoroso, que sé que no me va a fallar y por eso estoy convencida de que todo es para bien, incluso lo que parece que va mal. Como dice Pablo d´Ors: “Dios permite la existencia del mal, Él sabe que hasta el peor de los males contribuye finalmente al bien, pero nuestra vista es más corta y eso no lo vemos”.
Tras haber recibido el regalo impagable de la fe, yo me fío de la vida, de lo que va sucediendo porque la fe básicamente es confianza en la vida. Lo que se me da es lo mejor para mí, aunque a veces me entre la impaciencia de los que están ciegos y añoran ver un rayito de luz. O lo que es lo mismo, me ataca la insolencia de los ignorantes.
El espacio y el tiempo son nuestra mayor oscuridad, son como un muro que nos tapa la luz infinita. Pero así hemos sido creados y así es la vida.
Que sepamos saborear y agradecer las chispas de luz que llegan a nuestro interior, que atraviesan nuestra materia, que nos hacen despertar a lo extraordinario que es estar vivos, al milagro de un universo creado, y al privilegio de sentirse amado.
No nos quedemos atascados en las dificultades de cada jornada, en el mal humor que reina en el ambiente, en las quejas que nos rodean. Que no nos atrapen los enfados ni las opiniones negativas.
Que caminemos cada día de la mano de nuestra preciosa libertad, la que nos hace avanzar por encima de prejuicios y ataduras inútiles. La que nos hace ser servidores de los más necesitados, y caminar con la alegría de los que se sienten enviados.
Porque cuando confías no tienes miedo y te sientes en armonía con el universo y en conexión con una red de corazones que están llenos de la misma confianza. Y sabes que todo lo que eres y haces alcanza de alguna manera a los demás. Alguien se está beneficiando de tu buen hacer o de tu buena energía, del mismo modo puedes contaminar el mundo con tus quejas y tus reacciones negativas.
Tenemos que mirar con lupa lo que sale de nuestro corazón y de nuestra boca, que siempre sea para construir y para alabar, de este modo haremos crecer la alegría como un manto de hierba saludable sobre la tierra.

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