miércoles, 6 de agosto de 2014

Atentos al vuelo



Hay que hacerse nuevo. Buscar formas inéditas de vivir. Otras maneras que nos hagan levantar la cabeza de la rutina, del hastío, de la peligrosa monotonía.
Para ello no hay que cambiar de casa ni de ciudad, sencillamente hay que escalar el Himalaya de la propia interioridad. Ahí dentro es donde se cuece la nueva vida. Nunca escalar una montaña ha sido tarea fácil, sí apasionante.
Y qué tengo que hacer para hacerme nuevo por dentro. En primer lugar prestar atención a lo que me interesa. Estar atento es muy importante, porque donde focalizamos nuestra atención, eso queda resaltado y subrayado.
A lo largo de nuestra vida vamos aumentando nuestra capacidad de atención, todos nuestros esfuerzos por estar atentos, desde niños, se suman, nunca se pierden.
Cuando a alguien le gustan las plantas está atento a toda la información que le llega sobre este tema, lo mismo sucede con quien le gusta hacer buenas recetas de cocina, o con cualquier otro tema.
Por eso hay que comenzar por interesarse por el bienestar íntimo, por el equilibrio personal. Y ahí volcar toda nuestra atención. Este primer paso ya es decisivo, ya es ponernos en camino conscientemente.
Después, importantísimo, saber que somos llevados y guiados. Y que si se ha suscitado ese interés en nosotros, nunca es azar, es que Alguien nos ha llamado por nuestro nombre y nos ha dicho: “ponte en camino y déjate guiar por mí”. Y confiados en esas palabras, ponernos en marcha hacia nosotros mismos, o lo que es lo mismo, hacia él.
La alegría de caminar es indispensable. Somos seres débiles e insignificantes, movidos por un Amor infinito, sólo pensar esto nos tiene que llevar a estar sorprendidos e ilusionados. Dice Santa Teresa del Niño Jesús: “Yo me considero como un pajarillo débil, recubierto sólo de un ligero plumón. No soy águila, sólo tengo de ella los ojos y el corazón, pero, a pesar de mi extremada pequeñez, me atrevo a mirar fijamente al sol divino, al sol del amor, y mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila”. Eso es lo que nos dicen los grandes santos, que son nuestros guías, que somos pajarillos insignificantes incapaces de volar, pero somos transportados en las alas del Viento divino, sin que tengamos que hacer nada. “Se puede encontrar pero no se puede buscar”.
Según las palabras de Simone Weil: “la oración está hecha de atención”. Por eso, estemos atentos a nuestro vuelo y admiremos su belleza.

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