domingo, 3 de agosto de 2014

Aceptar y abrazar



Aceptación sin límites de nuestra persona y de nuestra vida tal como sucede. Aceptar los momentos dichosos, eso no tiene mérito, es muy fácil. Pero acoger los momentos de dificultad, las situaciones difíciles, ésa es la clave, el secreto de la dicha auténtica.
Si observamos de cerca nuestra vida muchos actos de reconciliación tenemos que hacer para llegar a un equilibrio pleno.
Comenzando por nuestro mismo cuerpo, donde tenemos zonas que rechazamos, puede ser la nariz, manos, ojos. En los jóvenes porque se tienen unos kilos de más y ya no se está con la figura que manda la moda de la época, en la vejez porque aparecen las arrugas, enfermedades y decadencia propias de la edad. Con demasiada frecuencia no nos sentimos a gusto con lo que tenemos.
De todo corazón demos un abrazo entrañable a esas partes del cuerpo que no aceptamos, a esa enfermedad, a esa zona que siempre hemos rechazado.
Aceptarte y aceptar todo es como una medicina mágica, que te introduce en la armonía interior y en el agradecimiento.
Es este agradecimiento el que nos conduce hacia la felicidad, no al revés. Porque ser felices no siempre nos hace ser agradecidos.
“¿Qué has hecho a tu hermano?” Ahí también tenemos que dar pasos para la reconciliación. Porque hay relaciones dañadas por historias ya pasadas, por asuntos heredados de nuestros padres, por insignificancias que no tienen mayor importancia, y nos hacen mantenernos en pie de guerra permanente, con lo que supone eso de perjuicio para nosotros mismos. Si hacemos un intento de acercamiento vemos que esa persona con la que mantenemos enemistad es igual que nosotros, un ser anhelante de cariño y con una necesidad idéntica a la nuestra de ser feliz. Hagamos la prueba, dejemos entrar en nuestros espacios la gracia de la reconciliación y la compasión, que nos hace ser seres auténticamente humanos.
Esto son tan solo dos ejemplos, a nivel físico y relacional, pero hay muchas más ocasiones en las que necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos, y aceptar para poder armonizar.
Si alcanzamos esa aceptación, tanto en el plano físico como en el de las relaciones personales, muchas cosas van a cambiar. Porque habremos eliminado obstáculos e impedimentos que no nos dejan recibir todas las corrientes de armonía que llegan a nuestra puerta y que nos son esenciales.
Situémonos en nuestro espacio vital abrazando y aceptándonos a nosotros y a los demás. Ése es el paso primero y necesario para saborear la vida en todos sus detalles y para hacer colección de momentos dichosos.

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