miércoles, 23 de julio de 2014

La materia de mi vida



La materia de mi vida, y de todas las vidas, es Dios, por tanto nunca puedo estar alejada de él. Cuanto más me ocupo de ser persona auténtica y plena más me acerco a la sustancia que me da forma y sentido. Y eso que me sostiene en la vida también es bondad infinita, ternura sin medida.
Cuando la Bondad pone a mi corazón en marcha, yo salgo de mi oscuridad y voy buscando aquello que es “más íntimo que lo más íntimo mío”, como decía San Agustín. Y me pongo a buscar fuera lo que llevo dentro. Pocas veces nos explican esto así, podemos llegar a esto por descubrimiento personal o siguiendo las huellas de los grandes maestros.
La misma esencia divina de mi vida se encuentra en todo lo que ha sido creado, porque el Creador se ha donado a sí mismo en múltiples formas y especies. Por tanto, con nuestra vida componemos y completamos la sinfonía divina.
Detrás de cada nota, que somos cada uno, está el infinito de amor, el increíble misterio. A esa orilla no podemos llegar plenamente mientras vivimos aquí, pero sí podemos rozarla con nuestros deseos. Ser conscientes nos da las alas que necesitamos para ese vuelo hacia nuestro mismo centro.
Si pensamos en Dios como nuestra misma materia, eso nos da una cercanía increíble y desterramos la idea heredada a través de los siglos de un dios lejano e inaccesible, juez riguroso y temible.
Podemos decir que Dios está a la vista en la bondad que manifiestan las personas, y en la belleza de la tierra. Sale a la luz en todas las sonrisas, en todos los abrazos y también en nuestras buenas intenciones.
Cuando damos las gracias a las personas, pensemos que tenemos que darlas en primer lugar a Dios que es el que está detrás de todo lo que sucede, dándose a luz a sí mismo en todas sus criaturas.
Siempre es buen momento para verlo en nosotros mismos, para declararle nuestro amor. No pensemos que cuando nos va bien es mejor para encontrarle que cuando nos va mal. Buscamos más desgarradoramente su presencia en los momentos de crisis, soledad, sufrimiento, abandono. En cambio, cuando no tenemos problema de ningún tipo, ni económicos ni de otra clase, es más fácil que nos olvidemos de la trascendencia en nuestras vidas.
Por eso, no desperdiciemos ninguno de nuestros momentos, instalémonos en un diálogo continuado con nuestra misma intimidad amorosa.

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