Lo principal de mi vida es que el Amor
me ama y me crea en cada instante, y que eso no dependa de mí es un descanso.
Es un alivio que yo no pueda estropear
el trazado infinito de los astros ni el caminar mágico de todos los corazones y
que haya un bálsamo universal curativo que todo lo arregla, lo recompone, lo
renueva, sin mi intervención, ni mi mérito.
La actuación del ser humano en esta
bendita creación está sobrevalorada, no hemos hecho nada en lo que no hayamos
sido ayudados. Y al lado de construcciones y obras de arte preciosas hay
también una destrucción masiva e imparable de nuestra casa-tierra.
Nos cuesta llegar a los planetas que
están al lado, nos inventamos teorías para ver por qué estamos aquí y con ellas
llenamos volúmenes y tiempo.
Del nacimiento a la tumba a lo máximo
que podemos aspirar es a sentirnos en constante búsqueda y a hacernos
preguntas.
Aunque nuestra materia, células,
neuronas, órganos, sea increíblemente perfecta, nosotros somos inmensamente
débiles y asustadizos.
Pero tenemos una luz, la de sabernos
amados y llamados por nuestro nombre, para una aventura interior que se manifiesta
en todo lo que somos y hacemos.
Las armas con las que cuento son mis dos
manos, mi mirada limpia, mi revolucionado corazón y mis pies caminantes. Es
todo lo que poseo. Y con ello, puedo poner pasión en mi caminar, que no es
poco. Porque con pasión veo el paisaje más verde y el cambiante cielo azul
siempre me corta la respiración, y me parece increíble porque es de una belleza
que no la puedo abarcar de una sola mirada. Por eso miro una y otra vez.
La pasión hace que me levante por las
mañanas sabiendo que tengo que hacer algo importante: vivir despierta. Y para
ello tengo que escalar a través de montañas de inquietudes y ahondar en mi
experiencia interior transformadora.
Esa vivencia íntima es la que se está
apagando en el corazón de muchos creyentes y no creyentes, y es la que nos da
sentido, como se dice coloquialmente: “la que nos da vidilla”.
A lo largo del día y en todas las
actividades que realizo, busco tener paz, que es mi auténtico tesoro, porque es
el hábitat en el que mi corazón se relaja y disfruta al máximo. Y cuando
consigo ese espacio de calma, puedo saborear todos los dones que recibo.
Poner pasión es mi único deber de todos
los días.
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