No sé por qué ese
empeño en cerrar las estadísticas, por ejemplo, se dice que los apóstoles eran
12, pero debe haber unos cuantos más porque yo me siento totalmente una
apóstol, y lo que se dice de ellos lo siento totalmente mío.
Dice la Biblia que
ellos “esperan y se preparan en oración, para vivir la gran promesa del Padre
de la que Jesús les ha hablado” Y también dice: “cuando el Espíritu venga
recibiréis una fuerza y seréis mis testigos”. Dice el texto que “oyeron un
viento fuerte resonando por toda la casa”. Yo estoy oyendo un canto emocionado
de pájaros del parque cercano, y tengo un manto gris sobre mi cabeza porque hoy
no he podido saludar al sol.
Exceptuando esta
diferencia entre el viento y el canto de pájaros, todo lo demás se cumple en
mí: Porque yo espero y me preparo en oración. Porque, sin duda, he recibido una
fuerza y soy testigo privilegiada del amor divino.
Lo que sucedió hace
unos cuantos siglos sigue sucediendo ahora, con la misma intensidad irrumpe el
Espíritu en su casa, que es el corazón de las personas y nos hace levantarnos
de nuestras miserias y caminar hacia la luz. Y nos hace hablar las lenguas que
son entendidas por todos, las de la armonía, la compasión y el amor.
Si no actualizamos el
mensaje, éste está muerto.
En cada corazón
humano se desarrolla el misterio, cada uno sabe de sus sufrimientos y su
peregrinar, cada uno en su oscuridad personal lanza gritos de dolor, gritos sin
voz. Cuántas veces arrastramos nuestra humanidad torpemente, sin rumbo claro y
sin meta. Cuántas veces nuestros fantasmas personales se vuelven contra
nosotros, y nos encontramos desnudos frente al mundo y con un abismo bajo
nuestros pies.
Pero no hay que
olvidar que también el pozo es camino, y también las lágrimas sirven. Y el
mismo drama humano que se desarrolla en nosotros, se desarrolló en esos
primeros 12 apóstoles, que habían pasado de la adhesión a la traición. Y que
también eran personas débiles y asustadas, igual que nosotros dos mil años
después.
Todos recibimos la
fuerza que necesitamos, se nos presta. Y en el momento que esta fuerza nos
invade, salimos de nuestra pequeñez, se amplía nuestro horizonte, nos sentimos
amados y habitamos el cielo. Ésa es mi expresión favorita: “Estoy en medio del
cielo”.
Como apóstol amada
del Señor bendigo la fuerza que me pone en marcha cada mañana. Bendigo a todas
las criaturas que me acompañan.
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