El nuevo mundo comienza dentro de
nuestros corazones, llegará a su plenitud cuando juntemos todas nuestras buenas
energías, las pongamos al servicio de la vida y no nos importen los
inconvenientes, porque de éstos siempre hay pero no nos tienen que impedir
caminar.
Nada nos puede robar la sensación
increíble de estar y de sentirse vivo. Y de compartir esa misma vida con todas
las criaturas. Nada nos puede quitar la armonía de nuestras células que se
empeñaron en formar un cuerpo único e irrepetible. Y la utilidad de cada parte
y de cada órgano. Y la bendición de cada color, de cada aroma, de todas las
melodías y las sensaciones, de los maravillosos sentidos, y del tacto, la
caricia y el beso.
El nuevo mundo empieza en el amor a mi
mismo cuerpo, en él se desarrolla mi encuentro con el infinito. No puedo vivir
de espaldas a él.
Respetar mi propia melodía corporal así
como todos los ritmos que nos impone la naturaleza, sin estridencias ni enfados,
sin amarguras.
Con mi cuerpo y todo lo que contiene
danzo al mismo tiempo que las estrellas más lejanas, y soy uno con el universo,
porque compartimos la misma energía, la composición íntima de todo lo creado es
la misma.
En lo más cercano tiene lugar el
misterio, en lo que tengo todos los días ante mis ojos, en mi mismo caminar:
estoy aquí, y tal como soy he sido llamada a la vida y soy amada infinitamente.
Dice Almaas: “¿Qué haces con algo que ya eres pero que no experimentas? Algo que ya eres
tú, es tu propia naturaleza, está más cerca de ti que cualquier otra cosa. Es
más tú que lo que tú puedas pensar. ¿Cómo obtienes algo que ya tienes? Estás
viajando para llegar adonde ya estás. Viajas lejos para encontrarte a ti mismo,
pero “ti mismo” está aquí. En cualquier cosa que esté sucediendo en este momento.
Los seres humanos rara vez dejamos a la experiencia ser tal cual es. La
cuestión es no interferir. La iluminación sucede cuando uno está al 100%
convencido de que no hay que ir a ningún lugar. Aceptar estar con nuestra
experiencia, sea la que sea.”
Nuestra plenitud pasa por aceptarlo
todo. Por eso, benditos inconvenientes, benditas dificultades. Todo está
diseñado para nosotros, también los problemas que nos acorralan y nos hacen
ponernos en marcha una y otra vez.
El nuevo mundo ya está en mi corazón,
no tengo que ir a buscarlo, sólo ser consciente de ello y disfrutarlo.
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