Nos gusta estar seguros, amparados,
conectados con los demás. Todos queremos ser bien vistos, dar buena imagen,
tanto física como psíquicamente.
Por eso las campañas publicitarias para
perfeccionar la imagen tienen tanto éxito. Porque queremos que todos nos vean
bien y hablen bien de nosotros. Es un deseo común en todos los humanos.
Siempre está el peligro de confundir lo
que sería dar buena imagen de forma natural o artificial. Si me tengo que poner
una capa de pintura en la cara o suprimir las arrugas que con tanto esfuerzo he
conseguido, si tengo que cambiar mi manera de ser para seguir una moda, a lo
mejor no estoy entendiendo bien lo que significa dar una imagen auténtica de mí
misma.
Muchas veces los condicionamientos
sociales nos impiden acceder a lo más sencillo, a lo más básico de nuestra
vida, que es nuestro ritmo vital y único, acompasado con el latido del corazón.
Si entro en mi interior y me pregunto:
“¿realmente qué quiero? Seguro que me sorprendo a mí misma con respuestas sencillas:
“quiero tener paz”, “amar y que me amen”, “tener alegría” “confiar en todo
momento”. Se trata de armonizar mi vida con esos deseos que brotan de lo más
íntimo.
El sentido del humor es fundamental, el
reírnos de nosotros mismos, de nuestras ansias de figurar y de que nos señalen
por las cosas buenas que vamos haciendo.
Cada vez entiendo más que tener éxito en
la vida es el mayor peligro, porque te encumbra y te hace creerte que eres algo
por lo que has hecho.
Nada más lejos de la realidad, todo lo
que tienes se te da. No puedes presumir más que de quien todo lo otorga. Dice
Malaquías que tenemos “abiertas las ventanas del cielo para vaciar sobre
nosotros las más ricas bendiciones”.
Esa lluvia bendita nos alcanza a todos,
no siempre en forma de gozo, también puede ser en forma de adversidad, de la
que brotan enseñanzas necesarias para nuestra formación.
Nadie quiere sentirse rechazado. En
nuestra naturaleza está buscar protección, desear ser aceptados y amados. Si
nos situamos dentro del Amor sin límites, nos sentiremos seguros y amparados.
Y sintiéndonos confiados podemos
pronunciar esta preciosa oración, de Miguel Ruíz: “Gracias por utilizar mis palabras, mis ojos y mi corazón para
compartir tu amor dondequiera que voy. Te amo tal como eres, y por ser tu
creación, me amo a mí mismo tal como soy. Ayúdame a conservar el amor y la paz
en mi corazón y a hacer de ese amor una nueva forma de vida.”
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