“Me
gusta remojar la palabra divina, amasarla de nuevo, ablandarla con el vaho de
mi aliento, humedecer con mi saliva y con mi sangre el polvo seco de los Libros
Sagrados, y volver a hacer marchar los versículos quietos y paralíticos con el
ritmo de mi corazón”. (León Felipe).
Si te toca el corazón es que lo que está
escrito es para ti. A mí me conmueve profundamente la belleza y la inspiración
de estas líneas. Tanto me toca, que no puedo dejar de aprendérmelas y
repetirlas como una letanía.
“Remojar la palabra divina”, prestarle
nuestro calor, nuestro ardiente corazón, para que no sea letra muerta sino
aliento y vida. Notar como un impulso a hacer las cosas porque sí, no por sus
efectos. Por convencimiento, no por sus consecuencias. Por disfrute, no por
miedo.
Y cuando leas en Ezequiel, es un ejemplo
entre tantos: “yo pondré a mis ovejas
alrededor de mi monte santo y las bendeciré, les enviaré lluvias de bendición,
en el momento oportuno”, te sentirás una oveja privilegiada y sabrás que estás
bendecida por esa lluvia. Y esas palabras olvidadas, volverán a cobrar vida,
con el latido de tu corazón.
Eso significa para mí vivir la vida
plenamente, no hace falta nada más, no se necesita entender nada ni hacer
descubrimientos aparte.
Junto a los mensajes bíblicos, a los que
yo doy mi aliento de vida, tengo los testimonios actuales y de otros tiempos,
que me hablan con total claridad.
Puedo decir que todo es repetición y
copia, no hay nada nuevo. Lo que yo vivo ya lo han vivido otros a lo largo de
los siglos. Hay que tener humildad para reconocerlo.
Por eso, mira a tus maestros o
mediadores, mira a los que te han precedido, todos te hablan a gritos: la vida
merece la pena vivirla con ilusión. Aprende de tus errores y equivocaciones,
todo te quiere enseñar algo.
Y cuando te acerques a los Libros
Sagrados, lleva cuidado, porque cualquier frase de lo más sencilla, te puede
cambiar la vida, si la haces tuya, si la “humedeces con tu sangre”.
Tan solo con escuchar: “levántate y
anda”, puede ocurrir una revolución interna en tu vida. Si te encuentras con:
“desde lo profundo de mi ser te busco”, te conviertes en buscador incansable de
lo infinito. Y si lo que lees te dice: “para el que cree todo es posible”,
entonces ya te has adueñado de la llave de la felicidad.
Remojar, amasar, ablandar, humedecer.
Todas son palabras que entendemos. Los mensajes que nos llegan siempre están a
nuestro alcance.
El Maestro se sabe su oficio, y nos
allana los caminos para que seamos alumnos aplicados, aprendices ilusionados de
eternidad.
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