Ver la vida como algo extraordinario,
sorprendernos de lo cotidiano, contemplar lo creado, admirar los brotes que
nacen en la naturaleza. La misma vida que late en ella, late en mí, y me da el
impulso para existir. Eso no es una banalidad, es algo increíble, que sucede en
cada momento: soy una manifestación de una energía que me acoge en ella.
Cuando el aire que entra en mis pulmones
marca el ritmo de mi cuerpo, algo me está diciendo. No es algo mecánico y
rutinario, porque con él se me ofrece el regalo de la existencia, de lo
infinito e inabarcable.
Ese movimiento respiratorio es el mismo
de las olas, y de las estrellas. Es el Movimiento que me sostiene dentro de sí,
y me armoniza con todo. Sin que yo se lo pida, sin yo mover un dedo.
Repito: ver la vida como algo
extraordinario. Ese es el secreto. Admirar y proclamar nuestra propia belleza,
que es una manifestación de la Belleza que todo lo impregna.
Vivir para contarlo, de un modo más o
menos consciente, comunicar vida, asombro y agradecimiento.
Si fijamos nuestra mirada en esa
Belleza, impediremos el paso a los asuntos intrascendentes y a veces molestos
que se empeñan en distraernos de lo único esencial: el despertar a nuestra
realidad amorosa.
Repitamos como una letanía: “la vida es
bella, la vida es extraordinaria, la vida ha querido que yo naciese, y me ama”.
Nuestros problemas seguirán estando ahí,
pero nos sentiremos mucho mejor, porque pondremos nuestra atención en lo que
nos hace sentirnos bien, y pasará a un segundo plano lo que nos hace daño: ese
es el secreto de la felicidad.
Poner lo mejor de ti mismo en lo que
haces, para hacer de tu espacio, tu hogar y tu trabajo, tu propio cielo. Que se
note que pasamos haciendo el bien, no ensuciando los corazones ni las
relaciones.
Que nuestros actos no estén encaminados
a obtener ningún premio o evitar algún castigo. Que actuemos siempre con el
convencimiento que da el saber que formamos parte de la Bondad y la Belleza de
la tierra. Que estamos en nuestra casa.
“Dios
es el Bien, ha querido que su bondad pase por el corazón de los hombres.
Depende de cada uno de nosotros que los hombres sientan o no la misericordia de
Dios. Por eso la bondad es una cosa tan grande. El hombre no es salvado por sus
obras, por muy buenas que sean. Es preciso que se haga él mismo obra de Dios”. (Carlos Díaz)
Sentir y comunicar Bondad, Belleza y Vida,
es algo extraordinario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario