La realidad está ahí para enseñarnos, ayudarnos y sacar lo mejor de nosotros mismos. Todo se armoniza con ese propósito, nada es azar.
Todos somos presencias sanadoras capaces de construir instantes llenos de entrega y sentido. Con nuestra propia paz, se amplía la paz de la tierra. Lo que una sola persona hace, por poco que sea, sirve para sostener el mundo.
Pongamos en el tablero de la vida todo, incluso lo que nos inquieta y nos tapa la luz. Todo lo que nos sucede es para aprender, para formarnos.
Cuando uno comprende que todo lo que le ocurre es lo que necesita para su crecimiento personal, entonces la vida cambia.
“A mí no puede pasarme nada que Dios no quiera y lo que me pase será lo mejor para mi alma”. (Tomás Moro)
Recibimos lo que necesitamos, no puede ser de otra manera porque somos criaturas llamadas a la vida, acogidas en su seno con amor infinito. Acogemos y somos acogidos. Somos compañía en todo momento porque toda existencia es relación. Qué suerte ser conscientes de ello, poder darnos cuenta.
Nuestra vida es un tesoro que solo existe para ser compartido, y para ello no hace falta esforzarse, la vida ayuda y va delante. Lo que en un principio nos puede parecer difícil, se vuelve fácil cuando damos el primer paso para ponernos en camino con un corazón sincero, lleno de afecto, sensibilidad y cercanía. Ahí está el secreto.
Afecto para querernos. Sensibilidad, necesaria en todos los corazones, como antídoto contra la frialdad y el desamor. Y cercanía, porque todos somos una misma familia, un mismo ser.
Las relaciones cálidas y acogedoras son imprescindibles para que nuestra presencia sea sanadora. Que ese sea el principal propósito en nuestra vida.
1 comentario:
"Todos somos capaces de construir instantes llenos de entrega y sentido.
Porque la vida es un tesoro que existe para ser compartido"
Gracias Conchi.
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