Vivir de verdad

 Ser camino, ser palabra, ser vida auténtica. Todo lo demás es accesorio y pasajero. Todo lo que sucede es mi destino, y también es mi creación, porque yo puedo darle la vuelta con mi mirada y mi actitud. Tengo los poderes que me presta la vida. Tengo en mis manos el mundo y en mí misma llevo un universo amado que me guía, me da palabras, también preguntas y dudas, todo está dentro y es necesario.

Ser mirada generosa, ser corazón amigo y luz infinita. Ser emoción, ser hermana, también madre y padre del que camina conmigo. Ser guerrera que nunca se rinde y no puede dejar de soñar. Poner mi lucha a favor de cada persona sobre la tierra, poder sanar heridas, saciar hambres interiores y poner paz en los corazones para así ampliar la paz del mundo. Lo que doy a otra persona me estoy dando a mí, lo que siembro recojo. 

Estamos interconectados, en un mismo círculo encantado, en un abrazo completo que lo incluye todo. Esa conexión es la llave del mundo, el secreto a voces que abre puertas y derriba muros. Conexión necesaria también llamada amor.

Mi libertad y yo vamos marcando un camino, siempre hacia una mayor consciencia y dicha. La alegría es tan solo darme cuenta de que existo.

Ser criatura humana de paso, todo me aprovecha y nada me pertenece. Ser energía, nada más y nada menos. Sin etiquetas ni límites, infinita y libre.

A lo mejor me viene un poco grande la vida, tiene tantos matices y tantos colores, tanta altura y profundidad que no llego a comprenderla y puedo conformarme con vivir a medias, sin complicaciones.

Pero para ser corazón amigo, tengo que meter las manos en el barro, tocar, saborear, implicarme, compartir, vuelvo a repetir: ser hermana. Sobre todo, estar junto al que más lo necesita. Eso es vivir de verdad.