Nuestros pensamientos se enlazan unos con otros y nos enredan, la mente se nos va al pasado y al futuro, nos cuesta concentrarnos en este momento que es donde sucede la vida. Nos perdemos la magia del instante y del ritmo natural de la existencia.
Necesitamos esa magia para conectar con nuestro yo profundo, con nuestro pozo infinito de calma. Para quitarnos los pesados fardos que diariamente transportamos, para mirar con otros ojos y así poder crear el mundo nuevo. Se trata de hacer la vida fácil suceda lo que suceda.
Será dichoso aquel día en que no tengamos miedo y podamos librarnos de ataduras sin sentido, de impedimentos.
Nos creemos alejados de lo eterno, individuos separados, dueños de nuestra materia, señores arrogantes y autosuficientes. Nos hemos subido a un pedestal y nos hemos alejado de la necesaria humildad, sin embargo todos estamos situados en la misma tierra: nuestro humus. La fragilidad nos iguala.
Todos formamos una sola criatura que recibe y comparte la vida como regalo. Primero la recibimos, luego la damos. “Todos somos hijos en el Hijo”. Si nos creemos esto la vida nos cambia, se nos amplía el horizonte, vemos el sentido.
Unirnos en relaciones de afecto, necesarias y sanadoras, es nuestra misión. La ternura hace milagros, la amistad es curativa y sana heridas.
Con nuestra actitud consciente y compasiva damos respuesta a este mundo tantas veces roto y herido. Cada una y cada uno de nosotros lleva un mensaje de esperanza y de amor.
Elegidas y elegidos, enviadas y enviados, como pequeñas criaturas de luz, agradecidas y confiadas, para llegar a ser ese oasis de paz, ese cielo anhelado.
1 comentario:
Todos somos hijos en el Hijo
Publicar un comentario