domingo, 24 de septiembre de 2017

Vida de Dios

He leído en los escritos del P. Luis Amigó una frase, mejor dicho: una perla, que me ha tocado por dentro: “Tenemos que estar dispuestos a vivir la vida de Dios, que es amor”. (Obras Completas, 352). Es de esas frases que no acabo de entender pero que me fascinan. Si yo soy vida de Dios algo muy grande sucede en mi persona y yo no me estoy enterando.
Creo que lo que quiere decir es que la vida de Dios es mi misma vida, y que todas las vidas juntas, todas las historias, las venturas y desventuras que pueblan la tierra son vida y también historia de Dios.
Me muevo tan a oscuras, que no veo a Dios mas que en mi anhelo y mis ganas de él. “Sólo la sed nos alumbra”, dice S. Juan de la Cruz. Siento que me parezco al pez que iba preguntando a todos dónde estaba el océano.
Estoy en el camino de desaprender lo aprendido hasta que muera en mí la idea de Dios y lo que creo saber de él. Hasta que todos mis razonamientos y mis seguridades desaparezcan, hasta que no quede nada mío, solo la vida de Dios.
Estoy situada dentro de un egoísmo feroz y esa es mi lucha diaria, porque en el fondo no busco a Dios sino lo que me pueda dar. Él es mi mismo centro y solo necesito una actitud de entrega, gratitud y alabanza.

Se trata de ofrendar mi propia vida, sin quedarme nada para mí. Que así sea.

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