domingo, 1 de octubre de 2017

Ponerse flores

Cuando nos vamos haciendo mayores surgen nuevos papeles y nuevas posibilidades, que antes hubieran sido impensables.
El cambio más destacable de todos es la mayor profundización en la vida espiritual. Lo que antes no percibíamos, ahora nos alimenta. Los pequeños detalles que ni veíamos, ahora son tesoros que coleccionamos para saborearlos en la intimidad.
Esta profundización se nos nota y también se nota en nuestro círculo más cercano. Somos capaces de tomar distancia de las preocupaciones, nos surge un sentido común y nace una nueva paciencia, también llamada madurez. De todo esto se beneficia sin duda nuestra familia, amigos y cercanos.
Es una etapa cargada de dones. Hay una explosión de buen hacer y de belleza interior, que hace falta en el mundo.
Ya sé que hay mayores que no experimentan esta revolución interior, pero también hay que tener en cuenta la historia personal más o menos traumática por la que cada uno pasa.
Reforzando las relaciones afectuosas y la armonía en el trato, nace en los hogares la paz y la alegría, que son la base de la vida. Y de esto nos encargamos en buena medida las que vamos cumpliendo años.
Cuando hay que ponerse flores, no dudemos en hacerlo. Con estos elogios a nosotras mismas, echamos piropos a la que nos da la vida y la fuerza para todo: la Ruah, que en hebreo significa el Espíritu.
Ella nos indica siempre el camino, y es incansable

Por eso, cuando perdemos fuerza física y agilidad de todo tipo, podemos unir nuestra voluntad a la suya y entonces los dones interiores se multiplican hasta el infinito: todo lo podemos.

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