miércoles, 9 de agosto de 2017

Yo soy el hombre

“No pregunto al herido cómo se siente, soy el herido”. “Yo soy el hombre, yo padecí, yo estaba allí.” (Walt Whitman).
Todos los sentimientos pasan por mi persona. Todas las actitudes, y las penas y alegrías. Yo soy el hombre. Ese hombre que pasa un instante por aquí, pero su sitio fijo, el que no le va a arrebatar nadie, es la eternidad, de la que proviene y adonde va. Lo raro, lo esporádico es pasar por la experiencia humana.
El ser humano que soy es el que está en todos, comparto genes y soledad, sueños y fragilidad. Por eso sé cómo se siente el herido y todo aquel que tiene vida.
También sé que la gratitud que borbotea en mi manantial interior es un agua necesaria en el mundo. Mi corazón agradece porque también soy la boca de la humanidad que vive. En mis átomos se acumula la energía prestada que me lleva a decir gracias. No es cosa mía, todo sucede porque yo soy el hombre.
Sin esa acción de gracias, expresada o sentida, yo sería un muerto con apariencia de vida.
Como “hombre”, además de agradecer estoy dispuesta “a tomar decisiones afables”, como dice una buena amiga. A bendecir y estar disponible para recibir y dar, acoger y amar. Siempre y en cada momento. Porque todo lo que me ocurre, sea bueno o menos bueno, está dentro de la vida. Y la vida es la mayor bendición, y el milagro más grande, en el que participo con cada respiración.
Me mantendré receptiva y alerta para que no se pierda el amor infinito depositado en mi corazón.

Y poder decir al final de mis días: he tenido el privilegio de ser humana y de amar.

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