Aparentemente parece que nos hayan dejado solos para que vayamos
construyendo nuestro propio destino. Nada más lejos de la realidad.
Nos entretenemos por el camino y nos perdemos en distracciones, en juegos
de luces y sombras, aciertos y errores, gozos y penas. Todo tiene el tinte de
la aventura, aunque no sea siempre de color de rosa.
Solo con fe es fácil la vida. Solo tocando en todo el misterio del Ser.
Cuántas dificultades para llegar a la sencillez. Pero todo merece la pena. La
alegría verdadera nos está esperando. Nadie tiene el poder de quitárnosla,
porque no depende de los demás o de que se nos solucionen cosas.
Ese es el punto cero de la nueva vida. Donde ya no pides, ni caminas, ni te
pones metas. Sencillamente agradeces porque sabes que vas dentro del “tren de
la gracia”. Protegido y amado, en todo momento.
Decía Juliana de Norwich en el siglo XIV: “Durante muchos años yo había buscado a Dios y había conocido algo de
él. Pero en un principio era tan tonta. No entendía que yo no podía ni siquiera
buscarlo, a menos que él me guiara. Es Dios quien se mueve sobre nosotros,
cuando quiere que conozcamos más acerca de él. Su voz silenciosa es la gracia
que nos mueve con el deseo de buscarlo. Él es tan amable y paciente, sabiendo
que andamos a tientas, inseguros.”
Me considero en el grupo de “los tontos”, porque aún creo que existen
éxitos o fracasos, que todo depende de mí y muevo ficha cuando quiero, que mi
conocimiento es elevado, y que ya me lo sé casi todo.
Me río de mi torpeza y confío en su bondad.
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