miércoles, 19 de julio de 2017

Nuestro organismo

La energía nos mueve por dentro y por fuera. Somos un laboratorio químico con piernas y anhelos. Por supuesto, también hay un gran alquimista.
Toda nuestra vida fluye gracias a nuestras reacciones químicas. También las sonrisas y buenos deseos tienen su correspondencia en las conexiones neuronales.
Nuestro cuerpo es un organismo al que tenemos que estar profundamente agradecidos. Es nuestro vehículo en la Tierra. Somos perfectos.
La gratitud, como todo, se entrena. Pongamos a nuestras neuronas, conexiones, cerebro y procesos químicos a dar gracias. Solo con nuestra buena intención, toda nuestra maquinaria se siente cómoda y bien.
Nos hemos acostumbrado a utilizar este maravilloso vehículo personal de modo rutinario, como si no fuera la obra maestra que es.
Llevamos incorporadas armas poderosas: podemos eliminar las sustancias tóxicas tan solo con envíos de ternura. Hacer desaparecer los temores con oleadas de calma. Y los latidos de confianza todo lo pueden.
Nuestras conexiones internas nos sirven para lo que hemos llegado hasta este planeta: aprender, contemplar, agradecer. En lo que nos sucede, no hay ningún cabo suelto, todo nos sirve. Y todo es para bien.
“Yo te enseño lo que es para tu bien, y te guío por el camino que debes seguir” (Is 48,17).
Alguien nos guía en el mar de los acontecimientos. Nuestros procesos internos tienen un sentido, nuestra vida no va a la deriva.
Para demostrar nuestra gratitud, es el momento de dibujar una sonrisa con nuestros órganos internos y también con la cara, actúa como medicina natural, su efecto es instantáneo.

No es el azar lo que impulsa nuestro destino. Es la gracia. Eso es una diferencia sustancial.

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