miércoles, 2 de diciembre de 2015

El corazón blando



“Ten cuidado y no dejes que tu corazón se endurezca por las preocupaciones de esta vida. Permanece vigilante, orando en todo tiempo” Esto me dice el evangelio de Lucas.
Ese va a ser mi programa de vida: tener el corazón blando, sensible, calmado. Montar atenta vigilancia para que las preocupaciones no me invadan y se hagan las dueñas. Y orar.
Introducir los hábitos necesarios para mantener mi cuerpo sano, porque es mi preciada barca, donde navego hasta la otra orilla. También quiero dejar pasar a la belleza a través de todos mis sentidos, para ello viviré.
Y esto que quiero para mí, lo quiero para todos porque yo vivo en grupo, no en solitario. Pertenezco a un grupo cercano y a un grupo grande que abarca todo el planeta.
No sé de qué modo lo que se logre en mí, se logrará para todos, pero es un hecho que así será. La energía que es mi esencia se comunica de modo increíble y misterioso, sin necesidad del espacio o del tiempo, esto está científicamente demostrado. Esta armonía que todo lo encaja mediante las aparentes coincidencias, actúa a mi favor siempre.
Con esto, si yo tengo un pensamiento positivo, esta acción puede tener su reacción en la otra parte del mundo, alguien se va a ver beneficiado porque le va a llegar una oleada de paz y bienestar. Y también lo contrario: con mis acciones inadecuadas daño mi planeta.
Esta conciencia global me es necesaria para darme cuenta de que el universo es uno y mágico, todo está intercomunicado ahí dentro.
Si mi corazón es duro, veo división, todo está enfrentado con todo. De ahí vienen los conflictos. Si lo mantengo blando, veo unión en todo. Es como si los demás fueran “yo misma en distintos sitios”.
Esta es mi poesía:
Hoy rezo por ti, hermana y hermano
porque te he conocido
y sé que eres yo misma
en distintos sitios,
que compartimos los miedos,
que anhelamos lo mismo,
somos hijos de una Madre
y también Padre divinos,
que nos abraza dichoso
y nos envía su Viento
para señalar caminos.
Guiados por ese Aliento
que es espíritu y amigo,
le seguimos a Jesús
quien habita nuestro centro
y nos ha hecho discípulos.
Bendita mi gran familia divina,
bendito tú: amigo y amiga.

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