miércoles, 28 de octubre de 2015

En proceso



No hay nada definitivo, vivimos en proceso. Lo que significa también: en inseguridad y duda, en asombro y expectativa. A nuestro alrededor hay simplemente procesos y cosas sin resolver. Eso sucede mientras caminamos por esta tierra.
Este deambular no es algo frio que sucede en un lugar extraño sino que es algo atractivo y cálido, que nos sucede básicamente por dentro. Es nuestra propia historia sagrada y es apasionante, porque caminamos hacia nuestra tierra prometida, ese lugar de Paz y Presencia continuada en nosotros.
Nuestros pasos se unen a los de otros, vamos siguiendo huellas que nos precedieron y dejando las nuestras. Todo nos sirve para avanzar, porque está puesto en nuestro camino para nuestro bien. Todo son ayudas.
Qué diferente es ver las cosas así a pensar que todo son inconvenientes. Esa visión negativa o positiva es la diferencia entre vivir verdaderamente o no.
Pongamos la mirada en lo que nos conviene y lo que nos construye. Y quitemos nuestra preocupación de todo lo demás, así emplearemos nuestras fuerzas en lo que de verdad importa: la armonía personal y universal.
Todos somos luchadores y a la vez tenemos alma de niño, aunque a veces esta la tengamos sepultada y olvidada, siempre la podemos recuperar con un acto de toma de consciencia.
Sabemos “pelear” por lo que nos interesa y dedicar nuestro esfuerzo para elegir las actitudes que nos hacen grande el corazón, las que nos hacen falta y desechar las que nos obstaculizan.
En este proceso que somos, vamos soltando y recogiendo para mantener el equilibrio interno. Depende de lo que soltemos y de lo que recojamos, el resultado es uno u otro. Está claro que sería mejor soltar tensiones que recogerlas,  conviene estar muy atentos a esto.
Yo, personalmente, me propongo coleccionar ternuras, sonrisas, abrazos, cantos, danzas y gestos de bienvenida. Para luego poder regalarlos en todos mis encuentros.
Se vive mejor así.

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