domingo, 25 de enero de 2015

Vivir caminando



“No se camina solo para llegar sino para vivir caminando”. (Romano Guardini).
Todos los que han emprendido una peregrinación para llegar a un sitio, han experimentado que el mayor aprendizaje está en el camino recorrido, no en la misma llegada.
Es toda una experiencia el día a día de nuestro único día aquí en la tierra. Aprendemos, sufrimos, vivimos, mientras estamos caminando.
Cada amanecer es un interrogante, es un paso más, y comienza un nuevo día en el que apostamos por la alegría pero no sabemos los acontecimientos que nos esperan, ni las victorias o derrotas en el terreno de la lucidez sobre lo que nos ocurre.
Siempre se trata de buscar nuestra armonía interior, esa que también se refleja fuera. Sembrar buenos momentos, de calma y consciencia, de modo que demos lo mejor de nosotros.
Necesitamos formación en cuanto a conocimiento personal, aprender trucos para desconectar de las tensiones que vienen a buscarnos, esquivar preocupaciones innecesarias, desactivar bombas explosivas de ira. Lo principal es cómo canalizamos nuestros sentimientos y emociones, qué hacemos con nosotros mismos.
Es una maravilla ver la variabilidad de caracteres, cómo nos complementamos unos a otros. Las diferencias entre nosotros son una riqueza.
En el camino nos enriquecemos y aprendemos con el compartir de experiencias de nuestros compañeros de viaje. Pero esto solo lo podemos ver si no nos empeñamos en que lo nuestro es lo mejor y queremos tener siempre la razón. Si vivimos desde la humildad.
Como peregrinos somos seres necesitados, de alimento: nos nutrimos de experiencias, de cuidados: nos apoyamos en los demás y ellos en nosotros. Nadie puede hacer su camino solo, eso no existe. Incluso los eremitas solitarios están en contacto íntimo con la naturaleza y la vida de los seres humanos de este planeta. Todos somos compañeros de viaje y nos influenciamos unos a otros.
A lo largo del camino aprendemos agradecimiento y buenas maneras. También se nos fortalece la compasión, que no significa lástima sino estar con el otro en plano de igualdad, poniendo pasión en lo que hacemos, compasión también es “con pasión”. Somos compasivos cuando amamos.
Dice, bellísimamente, Manuel Rivas, que “en el andar machadiano, el camino se hace al andar, el ego va perdiendo grasa, quema las toxinas de los dogmas que condicionan la mirada”.
Pues de eso se trata, de perder egoísmos y relacionarnos desde la mirada limpia de un corazón compasivo y humano.

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