domingo, 11 de enero de 2015

Serenar el cuerpo



Serenar el cuerpo. Porque con nerviosismo o con ansiedad no podemos tener ilusión ni entusiasmo. No podemos meditar, ni sentir, ni relajarnos.
Calmar la mente, que se siente atrapada por los díscolos pensamientos que van de un sitio a otro como caballos desbocados.
Es muy difícil dejar en pausa la vida, aunque sea unos instantes, y cuando se consigue es de lo más gratificante porque lo que encontramos en el fondo siempre es un espacio calmado, de paz. Y si no se consigue, al menos se ha intentado, lo que también es bueno.
Se trata de crecer hacia adentro. De conquistar terrenos que son nuestros, pero los tenemos abandonados y olvidados, en sombra.
Es una de las enseñanzas principales que deberíamos recibir desde pequeñitos, porque es la que más nos va a servir a lo largo de la vida: serenarnos, dominar las explosiones de carácter, respirar hondo, reflexionar antes de actuar.
Además, el control de las emociones repercute directamente en la salud del cuerpo. Dice Mario Alonso Puig que “la faceta emocional y la faceta biológica están íntimamente conectadas, somos una unidad. Las situaciones de alegría, compasión y equilibrio protegen el sistema cardiovascular. Y las situaciones de ira o miedo repercuten negativamente en nuestra salud”.
Hay que tener en cuenta que serenar el cuerpo es serenar la vida, porque el cuerpo es nuestro anclaje en la existencia, es lo que tenemos. No es algo secundario o accesorio. Somos cuerpo. Y ahí mismo están las emociones, las alegrías, los disgustos y las batallas de cada día. En esta vasija pequeña y frágil, a la vez que increíblemente maravillosa y perfecta.
Como todo forma parte de la misma unidad, si tenemos paz nuestros órganos también la tienen y si sentimos ansiedad nuestra misma sangre anda desorientada y alterada.
En nuestro cuerpo, la sustancia encargada de los sentimientos de satisfacción, de la confianza y la gratitud es la dopamina, la producimos nosotros mismos y hace que nuestros órganos estén en equilibrio, y nos hace sentir un cosquilleo de bienestar inconfundible que es el que tenemos cuando sentimos ganas de dar gracias y de confiar.
No es una medicina que tenemos que ir a buscar a la farmacia, la fabricamos nosotros cuando evitamos situaciones de ansiedad y serenamos el cuerpo, cuando ponemos nuestra mente en positivo, y nos sentimos hermanos y hermanas de todo lo que ha sido creado.

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