miércoles, 7 de enero de 2015

Las palabras ensucian

Podemos ensuciar el aire con nuestras palabras.
Hace tiempo escuché un relato que decía que cada insulto era como un clavo en una madera. Incluso cuando posteriormente se pide perdón y se saca el clavo, la señal en la madera queda para siempre. Maltratamos, realmente, a nuestro planeta, cuando decimos ofensas contra otras personas. Y no importa la reconciliación posterior, el mal efecto queda.
Ensuciamos el medio ambiente siempre que con las palabras expresamos violencia o malas intenciones contra los demás o contra nosotros mismos. Está íntimamente relacionado, si digo “te odio” también significa “me odio”, y viceversa.
También las palabras tienen efectos curativos, por eso es tan trascendental lo que sale de nuestra boca. Seamos conscientes de que podemos crear tanto atmósferas saludables como contaminadas. Y pongamos freno a toda la basura que vomitamos por la boca cada vez que nos enfadamos.
En Internet he visto unos experimentos en los que diciendo palabras agradables se puede cambiar la estructura molecular del agua. Eso se hace de cara a una gota de agua, pero no hay que olvidar que el agua es el elemento más importante para todos los seres vivos, nosotros estamos formados mayoritariamente por agua, casi el 90%.
Si podemos cambiar una gota también podemos cambiar a las personas con palabras de cariño y de confianza. Porque las palabras en positivo, curan y alteran favorablemente la estructura de la materia. Unamos las manos formando círculos de amor para sanar y enviar nuestros buenos deseos a todo el mundo. Creamos en la fuerza poderosa de la unión y de la armonía.
Siempre digo que tenemos mucho poder, ni nos podemos imaginar cuánto. Y si nos juntamos en grupo y aunamos nuestras intenciones, más aún. De ahí la importancia de la oración comunitaria, en la que podemos enviar abrazos solidarios y tiernos a cualquier parte del planeta, sabiendo que llegan a su destino.  
Cuidemos cualquier palabra que sale de nuestra boca, porque todas son energía que queda flotando a nuestro alrededor y puede construir un mundo mejor, o lo contrario.
Por ello, no vale hablar mal de nadie. De nadie. Todos tenemos la misma dignidad, la de haber nacido humanos formando parte de una naturaleza, mejor dicho, siendo naturaleza nosotros mismos.
Naturaleza de vida y de emoción. De ciclos que vuelven a comenzar una y otra vez, de magia y belleza infinitas.

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

¿Y tú qué sabes?
Se llama el video documental sobre el experimento del científico japonés sobre el agua. Masuru Emoto.
Precioso comentario del poder de las palabras, los pensamientos en transformar el mundo. Nosotros en cierta forma creamos el mundo

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