miércoles, 5 de junio de 2013

Yo elijo mi actitud


Si no me arranco una a una las espinas de las preocupaciones estoy muerta para la alegría. No hay que preocuparse sino confiar. Esa es la regla fundamental para no estar muerto. Dejar todos los asuntos en manos de quien ya están.

Dice Job: “Dios ha envuelto mis caminos en oscuridad. Pero yo sé que mi defensor vive, y aunque la piel se me caiga a pedazos, yo, en persona, veré a Dios. Con mis propios ojos he de verlo yo mismo, no un extraño”.

Yo misma veré a Dios, aunque la piel se me caiga, aunque parezca que todo me va mal, aunque todo el mundo se ponga en contra mía, que no es el caso.

No es fácil vivir cuando estamos a expensas de lo que nos suceda, de lo que nos digan, de los resultados de lo que estamos haciendo, del éxito o del fracaso. Es francamente difícil encontrar el equilibrio entre la selva de mis emociones. Porque a veces los demás me dicen o me hacen cosas que no me gustan.

Yo llevo bastante a rajatabla eso de no dejarme llevar por las preocupaciones, pero reconozco que no siempre lo consigo. Aún así me veo a distancia de quien se hunde al menor temporal. En algo se tiene que notar que confío. Tengo razones de peso para convencerme a mí misma cuando veo que naufrago, y las utilizo, y acabo recuperándome. Todo requiere un trabajo, un hábito, un método. Es muy importante tener las cosas claras.

Una razón de peso es que mi enfado o mi tristeza solo sirve a mi parte más egoísta, significa recrearme en mi dolor: “mira qué me han hecho”. Aquí vienen muy bien las enseñanzas de servir a los demás y estar en último lugar, que son frases que repetimos y decimos “de boquilla”.

Si hablan mal de ti pues te aguantas, ahí no se acaba el mundo, tú también puedes ser criticado, juzgado y condenado. Eso sí, tú no devuelvas la misma moneda, no juzgues ni condenes.

Solo tienes que tener claro que el enojo, el mal humor, no es útil para nada, solo destruye tu paz interior, que es tu mayor tesoro.

En todos los lugares donde nos toca convivir, familia, trabajo, sociedad, bajo un aparente ambiente de bienestar hay tensiones y malos rollos. Hoy me decía una compañera que le gustaría ser como yo, porque no pierdo la calma en los ataques. He buscado un relato que ilustra muy bien lo que pienso y se lo he dado.

Un hombre le preguntó a su amigo por qué reaccionaba sonriente y tranquilo a los malos modos de un tercero. Le dijo:
-      Oye… ¿este hombre siempre te trata así?
-      Sí, por desgracia.
-      Y tú, ¿siempre te muestras con él tan educado y amable?
-      Sí, así es.
-      Y ¿me quieres decir por qué tú eres tan amable con él,                                                                                                                                                                                                    cuando él es tan antipático contigo?
-      Es bien fácil. Porque yo no quiero que sea él quien decida cómo me he de comportar yo.

Lo mismo digo: soy yo quien elige mi comportamiento, mi actitud, mi modo de vida.

No hay comentarios:

Todo es música

  Llega hasta mí el testimonio de tantas vidas apasionantes, tantas palabras inspiradas que me orientan en el camino, y sin embargo aún me c...