domingo, 30 de junio de 2013

Hacer las cosas con autoridad


Esta frase del Evangelio significa lo contrario de lo que parece. Con autoridad no es mandando sino sirviendo.

“El que manda tiene que hacerse como el que sirve. Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa a comer o el que sirve? ¿No es acaso el que se sienta a la mesa? En cambio yo estoy entre vosotros como el que sirve”. (Lc 22,27)

Tiene autoridad quien coge su vida entre sus manos y la pone al servicio de los demás, no en teoría sino en el terreno de juego, que es nuestro día a día. Dicho de otro modo: quien actúa para lo que ha sido llamado.

Significa i-m-p-l-i-c-a-r-s-e de corazón y a tope en lo que se tiene entre manos. No hacer las cosas a medias, a desgana, de pasada, con rutina, sino sabiendo que es un encargo divino. Esto supone un cambio de actitud.

“Esforcémonos por conocer al Señor. Él vendrá a nosotros tan cierto como que sale el sol.” (Oseas 6,3).

Conforme pasan los años, me implico cada vez más en todo lo que hago. No quiere decir esto que yo haga muchas actividades, no se trata de cargarse de faena, sino de elegir, siempre que se pueda, lo que te interesa y disfrutar haciendo las cosas.

También tiene autoridad quien bebe de sus aguas interiores y sigue los impulsos de su corazón. Por eso, sin pretender mandar sobre nadie, y desde su extrema humildad, los santos actúan con autoridad.

Cuando actúas con autoridad, disfrutas más, le sacas más jugo a la vida, porque supone dejar orgullos, y protagonismos encubiertos, eso es muy enriquecedor y sano.

Muchas veces no sabemos qué camino tomar, si ir o no ir a una reunión, si hacer o no un proyecto, si comenzar una actividad o no. Se nos van presentando encrucijadas más o menos importantes. Realmente estamos despistados.

Sin embargo, hay un plan para nosotros, y este se cumplirá. Y hasta los caminos equivocados llevan al que es correcto. O sea, que fuera tensiones.

Y si después de mucho pensar nuestra decisión, nos hemos equivocado de camino, pues… no hay tal equivocación, porque de los errores se aprende, y mucho.

Hacer las cosas con autoridad, desde el corazón, el convencimiento y el servicio. Poner nuestros dones a disposición de quien la vida coloca a nuestro lado.

Vivir para servir, porque “el que no vive para servir, no sirve para vivir”.

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