“Dichosos
los que trabajan por la paz”,
los que en su mismo lugar de trabajo, en su hogar, en su barrio, van quitando
tensiones, y poniendo buenas intenciones. De eso se trata.
Alguno puede pensar que para construir
la paz tenemos que ir a los países en guerra, pero no, es suficiente con que
entremos en nuestro corazón y apartemos lo que nos roba la calma y fijemos
nuestra atención en la bondad y la belleza que nos rodean.
Vamos a dialogar con este espacio
infinito que se abre de puertas adentro. Vamos a prestar atención a lo que de
bueno nos sucede. Ahí es donde tenemos que mirar y remirar.
Merece la pena ese pequeño o gran
esfuerzo de construcción de nuestra persona en positivo, porque nos queda un
poso que se puede llamar felicidad, aunque esta palabra es engañosa. También se
puede llamar satisfacción o gozo íntimo.
Flp 2, 12: “Dios es quien hace nacer en nosotros los buenos deseos y quien nos
ayuda a llevarlos a cabo, según su buena voluntad. Sois lumbreras en un mundo
oscuro. Mantened firme el mensaje de vida”.
Bellísimas y sabias palabras. Nada puede
salir mal si la Energía-Dios nos da la buena intención y nos da la ayuda para
llevarla a cabo. Ese es nuestro grave problema, creernos seres solitarios y
abandonados a nuestra suerte. El Amor que nos creó, nos mantiene y nos guía.
“Estad siempre contentos. Orad en todo
momento. Dad gracias a Dios por todo. Esto es lo que él quiere de vosotros”. (1Ts 5, 16-18).
Alegría, oración y gratitud, eso es lo
que tenemos que poner por nuestra parte. La oración es el diálogo, la
comunicación con mi Ser más íntimo. La alegría y la gratitud vienen rodadas
después de esa “conversación interior”, porque nos sentimos bien cuando hacemos
ese esfuerzo de atención focalizada en busca de nuestros auténticos tesoros.
Las enseñanzas son claras para quien
quiere escucharlas. No podemos decir que no se nos han puesto indicadores del
camino.
Sabernos acompañados y animados a
caminar, comprender que todo está a nuestro favor y que todo ha sido creado
para nosotros, nos hace sentir arropados y privilegiados.
Tenemos la increíble tarea de
transmitir, con nuestra vida, ese sentimiento de plenitud a los demás. Y así,
contagiar nuestra fuerza.
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