miércoles, 29 de mayo de 2013

Mi Espíritu amigo


El Espíritu es mi amigo, es quien me da ojos para ver, y sed para buscar mi manantial.

Es quien renueva la faz de la Tierra, también mi vida. Porque esa faz soy yo, la humanidad sucede en mí.

Estoy un poco revolucionada por dentro, he descubierto un nuevo amigo, le he puesto nombre a quien ya sabía que estaba ahí. Que a estas alturas de mi vida aún tenga esos descubrimientos me hace estar ilusionada como una niña.

Dice Wittgenstein que “los límites del lenguaje son los límites del mundo”. Pues mi mundo se ha hecho más grande porque he vestido mi pensamiento con palabras nuevas y llenas de significado.

Primer descubrimiento: Gracias a mi Espíritu veo la bondad y la belleza y me siento inmersa en la armonía que me envuelve. Dijo Jesús que el Espíritu Santo nos lo enseñaría todo y nos recordaría sus palabras, porque es nuestro Maestro interior.

Segundo: Todos los impulsos que me llevan a caminar en la verdad, a profundizar en la fe y en el amor, me vienen de él. Y él mismo me convierte a mí en portadora y transmisora de vida para todos los que me rodean.

Tercero: Los libros sagrados están inspirados por él, también nuestro trabajo bien hecho, nuestras faenas caseras, nuestros proyectos y creaciones, todo está impulsado por ese Espíritu amigo, que nos hace abrir la boca para decir: “Abbá”, que significa: “Papá”.

Cuarto: La fe es un regalo suyo. Sin su intervención no podríamos dirigirnos a nuestro Creador, por eso podemos decir que es como el mismo aire que respiramos, ese oxígeno necesario para vivir.

Conviene que le invoquemos antes de emprender cualquier actividad, antes de trabajar, de rezar, de escribir, de hablar.

El Espíritu es el único que nos puede dar sabiduría y fortaleza para dar testimonio de amor con nuestra vida.

Como Maestro íntimo que es, como Amigo entre los amigos, dediquémosle nuestra mirada atenta algunos momentos, para expresarle gratitud emocionada, palabras de cariño, y para decirle que somos conscientes de su acción, que le hemos descubierto y sabemos que no podemos vivir sin su ayuda.

Cuando me asalta el deseo de tener un guía que me señale el camino, puedo tener la certeza de que ese guía camina conmigo, y con un poco que abra los ojos lo puedo ver en todo lo que me pasa, en esa red de “aparentes casualidades” que van orientando mi vida.

Hago público mi descubrimiento y consciente, y gozosamente, digo: Gracias Espíritu Amigo.

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