Nuestra energía se malgasta o se
desperdicia cuando la empleamos en disgustos o enfados. Es como si fuéramos una
vasija con un escape, y por ese agujero se nos sale la fuerza que necesitamos
para construir la paz.
Si nuestra energía se nos va en
tonterías no podemos alcanzar la plenitud a la que somos llamados. Necesitamos
todos nuestros tesoros interiores, nuestras capacidades tan maravillosas, tan
bien repartidas.
Se nos puede ir la vida en construir o
en destruir, en vivir cerrados o abiertos a nuestro destino, aceptando y
amando, y componiendo nuestros días con lo que vamos encontrando a nuestro
paso.
Tenemos una sabiduría natural muy grande
y lo demostramos en todas las ocasiones en que la vida nos pone a prueba.
Es triste tener un tesoro y dejarlo
abandonado, olvidado, sin disfrutarlo. Y estamos llenos de creatividad para
innovar, reinventar situaciones y estrategias. Eso se ve en cualquier trabajo,
por sencillo que sea, también en las faenas de casa, cómo somos decoradores/as,
cocineros/as, que vamos añadiendo cada día matices distintos e innovadores para
aprovechar espacios, y también para enriquecer las comidas. Y si esto sucede en
lo más sencillo no digamos en los proyectos más importantes de vida y de
trabajo.
Estamos llenos de fuerza para ayudar,
para contagiar ilusión y ganas. No nos unamos al coro de los que se quejan sino
de los que se alegran con lo más sencillo y con lo cotidiano. En lamentarnos y
protestar es donde perdemos nuestra preciosa energía, la que nos hace falta para
descubrir momentos especiales, para saborear la magia de la existencia.
Concentremos nuestro empeño en vivir
plenamente, en unir, no en marginar. En buscar siempre nuevos motivos para
amar, para salvar las relaciones, y sortear las dificultades que se nos van
presentando.
Nuestra meta tiene que ser vivir en
positivo, ser optimistas y confiar. Esta actitud nos cambiará la vida.
Pasaremos de estar amargados, tristes o enfadados a disfrutar de los momentos
maravillosos que nos van llegando. Además nuestra actitud positiva nos cambia
físicamente, porque produce unas sustancias químicas que combaten las
enfermedades y nos hacen tener más salud e incluso alargar la vida.
Lo más importante que tenemos que hacer es
precisamente cambiar nuestra actitud, cultivar la confianza y la esperanza
necesarias para el camino. Y llegar a sentir la alegría de estar vivos.
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