miércoles, 8 de mayo de 2013

Malgastar energía


Nuestra energía se malgasta o se desperdicia cuando la empleamos en disgustos o enfados. Es como si fuéramos una vasija con un escape, y por ese agujero se nos sale la fuerza que necesitamos para construir la paz.

Si nuestra energía se nos va en tonterías no podemos alcanzar la plenitud a la que somos llamados. Necesitamos todos nuestros tesoros interiores, nuestras capacidades tan maravillosas, tan bien repartidas.

Se nos puede ir la vida en construir o en destruir, en vivir cerrados o abiertos a nuestro destino, aceptando y amando, y componiendo nuestros días con lo que vamos encontrando a nuestro paso.

Tenemos una sabiduría natural muy grande y lo demostramos en todas las ocasiones en que la vida nos pone a prueba.

Es triste tener un tesoro y dejarlo abandonado, olvidado, sin disfrutarlo. Y estamos llenos de creatividad para innovar, reinventar situaciones y estrategias. Eso se ve en cualquier trabajo, por sencillo que sea, también en las faenas de casa, cómo somos decoradores/as, cocineros/as, que vamos añadiendo cada día matices distintos e innovadores para aprovechar espacios, y también para enriquecer las comidas. Y si esto sucede en lo más sencillo no digamos en los proyectos más importantes de vida y de trabajo.

Estamos llenos de fuerza para ayudar, para contagiar ilusión y ganas. No nos unamos al coro de los que se quejan sino de los que se alegran con lo más sencillo y con lo cotidiano. En lamentarnos y protestar es donde perdemos nuestra preciosa energía, la que nos hace falta para descubrir momentos especiales, para saborear la magia de la existencia.

Concentremos nuestro empeño en vivir plenamente, en unir, no en marginar. En buscar siempre nuevos motivos para amar, para salvar las relaciones, y sortear las dificultades que se nos van presentando.

Nuestra meta tiene que ser vivir en positivo, ser optimistas y confiar. Esta actitud nos cambiará la vida. Pasaremos de estar amargados, tristes o enfadados a disfrutar de los momentos maravillosos que nos van llegando. Además nuestra actitud positiva nos cambia físicamente, porque produce unas sustancias químicas que combaten las enfermedades y nos hacen tener más salud e incluso alargar la vida.

Lo más importante que tenemos que hacer es precisamente cambiar nuestra actitud, cultivar la confianza y la esperanza necesarias para el camino. Y llegar a sentir la alegría de estar vivos.

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